Qué tiene en común el caso de Puerto Hurraco con los menores de Oviedo
‘Folie a deux’, cuando la enfermedad mental es contagiosa

(Imagen: E&J)
Qué tiene en común el caso de Puerto Hurraco con los menores de Oviedo
‘Folie a deux’, cuando la enfermedad mental es contagiosa

(Imagen: E&J)
Hay casos que producen un gran impacto social, aquellos en los que la vulnerabilidad e indefensión de las víctimas nos hacen preguntarnos qué pasa por la mente de aquellos implicados en la comisión del hecho.
Es cierto que aún faltan datos relativos a la investigación y a la evaluación psicológica forense de los progenitores, pero lo que ya conocemos, el hallazgo de tres menores de 8 y 10 años, dos de ellos mellizos, encontrados en un entorno de insalubridad y negligencia de cuidados nos lleva a cuestionarnos no solo que lleva a una pareja a encerrar en esas condiciones a sus hijos, sino como puede llegar a repercutir en los menores.
Respecto a los padres el primer indicio de que podíamos estar ante algún tipo de idea obsesiva o de ideación delirante fue la conducta de pedir a los agentes de la policía que acudieron al domicilio que se pusieran tres mascarillas antes de entrar en él. Eso, unido al aislamiento extremo que se infiere de que nunca hubieran sido vistos por los vecinos de la localidad, ni siquiera en el jardín desde las casas circundantes y que la última visita al pediatra de los tres niños que consta se realizara en el año 2019, hace plantear la hipótesis de los progenitores hubieran desarrollado durante la pandemia un delirio relacionado con el Covid-19.
El tiempo transcurrido desde entonces es lo que hace pensar en la idea delirante como explicación, dado que la principal diferencia entre una idea irracional y una idea delirante reside en su arraigo a la realidad y su sensibilidad al cambio de opinión. Una idea irracional es una creencia que, aunque no se basa en la lógica ni en la evidencia, puede ser cuestionada y modificada con información o razonamiento adecuado, y si bien es cierto que durante la pandemia aparecieron muchas creencias irracionales, con el tiempo fueron diluyéndose. Una idea delirante, por otro lado, es una creencia falsa y fijada que resistente a la evidencia y al razonamiento, y que es considerada como real por la persona que la tiene.

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Respecto al hecho de que ambos progenitores actuaran de manera complementaria o similar se explicaría por una folie a deux.
Folie à deux significa «locura compartida» o «locura de dos» en francés, sus otras denominaciones son Trastorno psicótico compartido o Trastorno de ideas delirantes inducidas. Se trata de un trastorno psiquiátrico en el que una persona desarrolla síntomas psicóticos, generalmente creencias delirantes, debido a la influencia de otra persona con una enfermedad mental establecida. Esta influencia suele darse en relaciones interpersonales cercanas, como entre familiares o parejas y, aunque es infrecuente, suele aparece en situaciones de aislamiento social. El desarrollo de este síndrome necesita una serie de condiciones que favorecen su eclosión: uno tiene que ser dominante y otro u otros, pasivos; una convivencia muy estrecha y un mundo vivencial común.
El caso más conocido en España fue el del conocido como crimen de Puerto Hurraco, en el que, a modo de curiosidad fue forense Guillermo Fernández Vara, también esta patología es parte del eje argumental de El Quijote y la que lleva a grupos sectarios a seguir hasta el suicidio grupal a lideres de sectas, conocido en este caso como folie de plusiers.
La folie au deaux en base a una idea delirante de contagio y muerte explicaría el aislamiento patológico, el cual obedecería a una “anomalía psíquica”, (si se determina la integridad psicopatológica anterior) o ante una “alteración psíquica” si previamente existían trastornos mentales. En cualquiera de los dos casos, los aspectos centrales de la idea delirante estarían relacionados con la capacidad cognitiva para entender que estaban actuando incorrectamente en lo relativo al aislamiento extremo de los niños, pero hay otro aspecto a valorar, la presunta negligencia en el cuidado físico, psíquico, emocional y estimular de los tres menores y esta parte de la conducta de los progenitores no se puede explicar desde un delirio de contagio de enfermedades.
Incluso en una situación de aislamiento extremo, los menores habrían debido ser enseñados a tener el control de la micción y la defecación, deberían dormir en camas adecuadas para su tamaño, haber tenido controles pediátricos, aunque fuera online, y podrían haber sido escolarizados a través de un sistema home school. De los datos disponibles se infiere que podría tratarse de un maltrato severo por negligencia en el cuidado.
La negligencia hace referencia a la incapacidad, por parte de un progenitor o cuidador para cumplir con sus labores de atención a las necesidades básicas del menor. Esa falta de estimulación cognitiva, física, sensorial e interpersonal puede dar lugar a severas lesiones o secuelas, y su nivel de gravedad va a estar determinada por factores como la severidad de la negligencia, tipo, duración de la misma y edad de los menores.
Si existe negligencia física podemos encontrarnos malnutriciones graves por falta de alimentos adecuados, lo que en los primeros meses de vida se asocia a secuelas neurológicas permanentes y si es continuada a enfermedades carenciales relacionadas con falta de nutrientes fundamentales para el desarrollo, la negligencia física también suele conllevar la aparición de otras enfermedades secundarias a la falta de higiene y la ausencia de controles pediátricos y tratamientos adecuados a enfermedades “normales” puede llevar aparejado la aparición de complicaciones que habrían sido evitables.
La negligencia emocional suele traducirse en dificultades para el desarrollo del lenguaje, especialmente si se produce en la etapa prelingüística. Como consecuencias relacionadas con la salud mental, los estudios indican que la negligencia en la infancia está relacionada con trastornos del estado de ánimo, fundamentalmente depresión, ansiedad, cuadros disociativos e incluso cuadros alucinatorios.

(Imagen: archivo)
Pero las consecuencias más graves se encuentran a nivel de neurodesarrollo, estamos hablando de dos menores de tres años y uno de cuatro en el momento en el que se supone que comienza el periodo de aislamiento extremo, un momento especialmente sensible para el desarrollo neuronal y de los centros cerebrales entre los que se encuentran la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal. En niños que han sufrido aislamiento y abandono temprano, la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo pueden estar dañados.
Es cierto que los estudios científicos están realizados sobre muestras de niños abandonados e institucionalizados, pero dadas las circunstancias descritas estaríamos ante situaciones con grandes similitudes. Los resultados de dichos estudios indican que el daño en esas tres áreas, provocado por el déficit estimular, llevaría a un estado de hiperalerta que dificultaría o impediría los aprendizajes, por otro lado, esos centros neurológicos también están implicados en el desarrollo de la memoria dando un cuadro sintomatológico muy similar a Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
El hecho de que, como se ha publicado, la madre afirmara que sus hijos padecían TDAH parece confirmar esta hipótesis.
En este caso se ha hablado también de Trastorno Facticio por poderes, antiguamente denominado Síndrome de Munchaussen, pero a la luz de la ciencia parece poco probable, dado que en este diagnóstico el autor “enferma a propósito” a un familiar, generalmente hijos con el fin de establecer una relación estrecha con el sistema sanitario y generar una identidad de “abnegada cuidadora” con el consiguiente reconocimiento social, y lo escribo propositivamente en femenino dado que en su inmensa mayoría las personas que lo desarrollan son mujeres.
Como he explicado el presente caso los síntomas de un Trastorno del Neurodesarrollo por negligencia podrían estar presentes y ser confundidos con el TDAH, pero el no llevarles al médico constituiría también una grave negligencia adicional y el hecho de administrarles fármacos sin una prescripción podría ser considerado un envenenamiento.
Aún hay muchas incógnitas en este caso como por qué nadie de las redes familiares y sociales de ambos progenitores dio un aviso a las autoridades alemanas para que comunicaran la situación a las españolas, dado que, en ausencia de empadronamiento, ya que al parecer solo estaba empadronado el padre, ni los servicios sociales ni sanidad y mucho menos la policía, podían conocer que en el domicilio se encontraban además del padre, una mujer y tres menores.
Otras cuestiones como las paradojas existentes entre consumir solo agua embotellada y tener purificadores de aire junto a convivir con excrementos y animales sin control veterinario solo podrán ser esclarecidas mediante una completa evaluación psicológica forense.
Por último es necesario recalcar la importancia de la denuncia ciudadana de situaciones anómalas en las que estén implicados menores, personas con discapacidad y ancianos, en los tres casos estamos hablando de víctimas de especial vulnerabilidad que difícilmente pueden pedir ayuda por sí mismas. Solo nos podremos considerar una sociedad si nos preocupamos de los que nos rodean.
