¿Retroceso en los derechos del pasajero? La Unión Europea y el cobro del equipaje de mano
Las compañías aéreas de bajo coste han presionado durante años para poder monetizar el espacio de cabina

(Imagen: E&J)
¿Retroceso en los derechos del pasajero? La Unión Europea y el cobro del equipaje de mano
Las compañías aéreas de bajo coste han presionado durante años para poder monetizar el espacio de cabina

(Imagen: E&J)
El pasado 5 de junio, el Consejo de la Unión Europea dio luz verde —por mayoría cualificada— a una propuesta que permite a las aerolíneas cobrar por el equipaje de mano que se deposita en los compartimentos superiores de cabina. Solo quedaría exento de pago el equipaje que puede colocarse bajo el asiento delantero. Esta decisión, que aún debe ser ratificada por el Parlamento Europeo, ha generado una oleada de reacciones críticas por parte de gobiernos, asociaciones de consumidores y expertos en derechos del pasajero.
España, junto con Alemania, Portugal y Eslovenia, votó en contra de la reforma, alegando que vulnera principios ya consolidados por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), particularmente su sentencia de 2014 (C-487/12), donde se estableció que el equipaje de mano razonable —por dimensiones, peso y condiciones de seguridad— debía considerarse parte esencial del transporte de pasajeros, sin coste adicional.
Una medida alineada con las aerolíneas
El trasfondo económico de la decisión es evidente. Las compañías aéreas de bajo coste, cuyo modelo de negocio se basa en tarifas básicas y múltiples suplementos, han presionado durante años para poder monetizar el espacio de cabina. El argumento formal se centra en la necesidad de “armonizar prácticas comerciales” en el sector, pero lo que realmente se armoniza es la consolidación de una estructura tarifaria que fragmenta aún más el concepto de billete “todo incluido”.
La Comisión Europea ha optado por no blindar jurídicamente el criterio del TJUE, cediendo a las presiones del mercado. En vez de avanzar hacia una mayor claridad normativa que refuerce la protección del consumidor, se favorece una interpretación extensiva del principio de libertad contractual, con consecuencias directas sobre la transparencia y la equidad.
Vulneración de derechos básicos del pasajero
Permitir que el equipaje de mano sea tratado como un servicio adicional atenta contra el principio de buena fe contractual. El Reglamento (CE) 1008/2008 establece que los precios ofrecidos deben incluir todos los costes “inevitables y previsibles”. ¿Puede considerarse opcional llevar una bolsa de tamaño estándar en un vuelo de corta o media distancia? El nuevo enfoque desdibuja esa línea y da lugar a prácticas potencialmente abusivas.
Además, abre la puerta a la inseguridad jurídica: ¿Qué se considera “equipaje de mano bajo el asiento”? ¿Qué sucede si el espacio bajo el asiento está ocupado o no disponible en aeronaves con configuración distinta? La falta de uniformidad en la interpretación operativa puede derivar en situaciones discriminatorias, especialmente hacia personas mayores, familias o pasajeros con movilidad reducida.

(Imagen: E&J)
El equilibrio entre mercado y derecho
Este giro normativo plantea una cuestión fundamental: ¿Cuál es el límite entre la liberalización del mercado y la garantía de derechos esenciales? Si el TJUE ya había fijado doctrina sobre el carácter inherente del equipaje de mano, modificar la regulación sin atender a dicha jurisprudencia constituye un acto regresivo y jurídicamente cuestionable.
No es casual que España haya anunciado que “peleará” contra la reforma. El Ejecutivo, a través del Ministerio de Consumo, considera que la medida vulnera los derechos fundamentales del consumidor y anticipa una posible vía de impugnación o interpretación restrictiva, tanto en la futura legislación nacional como en el marco de un eventual recurso ante el TJUE.
Conclusión: un paso atrás que no es definitivo
Si el Parlamento Europeo ratifica esta decisión estaremos ante una transformación silenciosa pero profunda del concepto de transporte aéreo como servicio esencial. El riesgo es que esta reforma no solo encarezca los viajes, sino que erosione uno de los pocos espacios donde el Derecho de la Unión había conseguido una protección robusta del consumidor.
En un momento en que la confianza del ciudadano en las instituciones europeas está en entredicho, medidas como esta parecen alejarse del espíritu fundacional de una Europa socialmente justa. La batalla por el trolley, más allá de lo simbólico, se convierte en una batalla por el modelo de mercado que queremos proteger: uno que sirva a las personas o uno que se subordine, sin matices, a la lógica del beneficio empresarial.

(Imagen: E&J)
