En este episodio de Ultima Ratio el penalista Antonio J. Rubio Martínez continúa hablando con el catedrático de Derecho Penal, Jesús-María Silva Sánchez, sobre su libro Derecho Penal: Parte General, publicado por Editorial Civitas, llamado a ser un referente en la dogmática española.

A lo largo del episodio, Silva Sánchez expone con claridad los tres grandes ejes que estructuran su propuesta: una antropología jurídica realista, una clasificación funcional de los delitos y una reconstrucción del sistema del delito que otorga centralidad a la categoría de la punibilidad.

El profesor Silva Sánchez insiste en que su propuesta no nace del sentimentalismo, sino de la justicia concreta. No se trata de abdicar de la racionalidad jurídica, sino de ampliarla. El Derecho Penal —afirma— debe ser capaz de ver más allá del “día de autos” y considerar quién es el autor, qué ha vivido, qué ha cambiado, qué papel ha tenido el Estado en su historia.

Este segundo episodio no solo da cuenta de una obra doctrinal de gran calado, sino que invita a todos los operadores jurídicos —jueces, fiscales, defensores— a repensar su función desde una idea clásica pero vigente: la justicia requiere adecuación al caso, no solo aplicación de la regla.

1. Una antropología realista como punto de partida

El primer eje del tratado es una concepción de la persona alejada tanto del idealismo racionalista como del empirismo mecanicista. Frente a estos extremos, Silva apuesta por una visión inspirada en la tradición grecolatina: el ser humano es racional y libre, pero su racionalidad es limitada y su libertad está condicionada. Esta imagen del sujeto —imperfecto, contradictorio, socialmente condicionado— invita a reconsiderar el modo en que atribuimos responsabilidad penal.

Desde esta perspectiva, el autor defiende que muchas penas hoy impuestas resultan excesivas, al olvidar el contexto de dependencia, sufrimiento o marginación en el que se produce la conducta delictiva. La equidad, entendida en el sentido clásico de epieikeia, se convierte así en un principio estructural del sistema penal, no en una mera válvula de escape.

2. Tipología de los delitos: no todo es lo mismo

El segundo eje de la obra es una distinción sustantiva entre tres clases de delitos:

• Mala in se: delitos naturalmente reprochables, como el homicidio o la violación, castigados en todas las culturas por afectar a bienes intrínsecos de la persona.
• Mala quia prohibita: infracciones de deberes jurídico-públicos cuya penalización depende de decisiones estratégicas del Estado, como los delitos fiscales, bursátiles o medioambientales.
• Delitos intermedios o periféricos: como el hurto o las falsedades, que afectan a bienes jurídicos importantes pero no esenciales, y cuya configuración cambia con el contexto social y jurídico.

Esta clasificación no es solo teórica: permite adaptar categorías tradicionales (como el error, la necesidad o la objeción de conciencia) a la naturaleza del delito en cuestión. En definitiva, propone una aplicación del Derecho penal más matizada y fiel a las intuiciones de justicia material.

3. La punibilidad como categoría autónoma

La tercera gran aportación del tratado es una teoría estructurada de la punibilidad. Para Silva, no basta con que exista un hecho antijurídico y culpable para que proceda imponer una pena. La decisión de castigar debe también ser equitativa, necesaria y oportuna.

Esta perspectiva permite considerar supuestos como el delincuente resocializado antes del juicio, la víctima de juicios paralelos, el autor que ha sido objeto de represalias o el influido por la omisión institucional. Todos ellos revelan que la pena no debe aplicarse de forma automática, sino con atención a la trayectoria del sujeto y a las condiciones de su entorno.