Platos que se autojustifican al probarlos
El Cranc, tradición marinera con sabor alicantino frente al mar de Altea

(Imagen: E&J)
Platos que se autojustifican al probarlos
El Cranc, tradición marinera con sabor alicantino frente al mar de Altea

(Imagen: E&J)
Altea es una población del litoral levantino, con una orografía incómoda. Sus playas son estrechas, sin arena y con piedras. Su centro urbano está atravesado por una carretera de dos carriles con tráfico lento y denso. La población se extiende por un estrecho pasillo entre la orilla del mar y las montañas, que desafían a la gravedad con una verticalidad descarada. Montañas salpicadas de construcciones turísticas que son ejemplo de una arquitectura valiente que domestica el terreno para hacerlo compatible al uso y disfrute humano.
En este contexto, si queremos disfrutar de una comida junto al mar, la oferta se concentra en la zona de su pequeño puerto de embarcaciones deportivas o en un par de chiringuitos a pie de playa, o bien en algunos establecimientos que, por fortuna, han escapado a la aplicación de la Ley de Costas y permiten al comensal comer escuchando respirar al mar, casi mojándose por sus salpicaduras.
Entre estos últimos hemos de destacar con contundencia al restaurante “El Cranc”, situado en la playa de la Olla s/n de Altea. Este establecimiento cuenta con un amplio porche en el que se come a unos cinco metros del mar, con un mobiliario sencillo, pero en el que se cumple la norma higiénica de vestir las mesas de mantel blanco, el que denuncia cualquier indicio de suciedad. Su público está compuesto mayoritariamente por familias españolas que veranean en la zona y por turistas extranjeros, especialmente de origen ruso, ucraniano y lituano.
Cuando el cliente ocupa la mesa, enseguida traen pan con dos recipientes de all i oli y tomate rallado. El all i oli, sin llegar al nivel del que se puede disfrutar en la provincia de Lérida, es de los mejores de la zona. El pan que sirven es de gran calidad, pero cometen el error, cada vez más frecuente, de servirlo en una pieza mediana redonda sin cortar, lo que obliga a los comensales a manosear el pan para repartirlo.

(Imagen: E&J)
No es necesario decir que en El Cranc trabajan muy bien los arroces, en especial el arroz del senyoret, con el punto de cocción que saben dar al arroz los alicantinos, que casi es más exigente que el de Valencia o Castellón, pero esto último es siempre discutible.
Después de probar varios platos, hemos de destacar por su calidad extraordinaria el sepionet a la plancha. Son unas sepias pequeñitas, pasadas por la plancha con ajo y perejil, con una textura y punto de cocción dignos de la cocina de más alta exigencia. Lo destacable de este tipo de restaurantes de los que aún podemos disfrutar en España es que te dan estas maravillas de platos con naturalidad, sin necesidad de empaquetarlos con literatura barroca. Son recetas que se autojustifican al probarlas.
En el mismo nivel, en El Cranc podemos disfrutar de unas gambas de la cercana Denia, deliciosas, pero caras, a 240 euros el kilo, las de calibre mediano (3). También hacen muy bien los calamares a la romana, con un rebozado contenido que respeta el merecido protagonismo de un calamar de calidad, tierno y sabroso. Por supuesto, la lubina a la sal la dominan con soltura y es altamente recomendable. Los boquerones a la espalda destacan por su frescura, aliño y cocción adecuada.
El servicio es correcto sin más, pero son amables. La carta de vinos tiene las referencias más conocidas en España dentro del sector de vinos de precio medio. Disponen de un pequeño parking exterior para los clientes, con un amable vigilante. Teniendo en cuenta las características de Altea, el parking se agradece especialmente.
Su precio medio por comensal ronda los 65 euros.
