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Noticias Jurídicas

Cómo aclarar uno de los conceptos más confusos de un procedimiento judicial sin abrumar al cliente ni perder tiempo en aclaraciones posteriores

Guía rápida para explicar costas a un cliente sin tecnicismos

(Imagen: E&J)


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Cómo aclarar uno de los conceptos más confusos de un procedimiento judicial sin abrumar al cliente ni perder tiempo en aclaraciones posteriores

Guía rápida para explicar costas a un cliente sin tecnicismos

(Imagen: E&J)

Explicar las costas procesales a un cliente suele convertirse en uno de esos momentos incómodos en los que la jerga jurídica choca de frente con el lenguaje cotidiano. Para los abogados, es un concepto básico y rutinario; para los clientes, en cambio, suena ambiguo, abstracto y cargado de consecuencias económicas difíciles de anticipar. Esta falta de comprensión provoca malentendidos frecuentes, expectativas poco realistas y, en muchos casos, llamadas o correos posteriores pidiendo que se “aclare bien” si tendrán que pagar algo adicional tras ganar o perder el juicio. Por eso, disponer de una forma sencilla, rápida y empática de explicar las costas se convierte en una herramienta de gestión diaria que ahorra tiempo y refuerza la relación de confianza con el cliente.

Una buena estrategia es comenzar con una definición breve y desprovista de tecnicismos. En lugar de citar artículos o mencionar expresiones como “principio de vencimiento” o “tasación de costas”, resulta mucho más eficaz decir simplemente: “Las costas son los gastos del juicio. Si pierdes, puedes tener que pagar parte de los gastos de la otra parte. Si ganas, pueden condenar a la otra parte a pagarlos, pero no siempre se recupera el 100%”. Esta frase sirve como punto de partida para situar al cliente y abrir la puerta a preguntas concretas, evitando el efecto abrumador que producen las explicaciones extensas desde el inicio.



A continuación, es útil personalizar el ejemplo para que el cliente entienda el impacto real que puede tener en su caso. Aquí se puede explicar que las costas incluyen principalmente los honorarios de abogados y procuradores de la parte contraria, además de otros gastos derivados del proceso (peritos, tasas o copias notariales, si los hubiera). Conviene aclarar que el importe de las costas no se calcula de manera exacta en función de lo que haya cobrado el abogado contrario, sino que se limita a unos baremos fijados en criterios orientadores de los colegios profesionales y revisados por el tribunal. Esta precisión ayuda a eliminar el mito de que “si pierdo, tendré que pagar todo lo que se haya gastado el otro”, que es una preocupación habitual en los clientes.



Otro aspecto clave es advertir que, incluso cuando el cliente gana el juicio y hay condena en costas a la parte contraria, no siempre se recupera el total de lo gastado. Muchas veces, la tasación de costas cubre solo una parte de los honorarios realmente pagados, de modo que el cliente debe entender que ganar no equivale a salir económicamente indemne. Presentar esta idea de forma clara evita frustraciones futuras y posibles reclamaciones de devolución de honorarios cuando el cliente esperaba “recuperar todo”. Una frase útil podría ser: “Aunque ganemos, normalmente solo se recupera una parte de lo que has invertido en el procedimiento”.

Además, es aconsejable dejar por escrito esta explicación básica en el encargo profesional o en la primera hoja de encargo de servicios, para que el cliente tenga un recordatorio al que volver cuando surjan dudas más adelante. No es necesario un texto jurídico complejo: basta con un párrafo breve y claro. Esto no solo protege al despacho de reclamaciones, sino que reduce la necesidad de repetir la misma explicación verbal en distintos momentos del procedimiento.

También puede ser eficaz utilizar un ejemplo numérico sencillo para cerrar la explicación. Algo como: “Si el procedimiento cuesta unos 3.000 euros y ganamos con condena en costas, podrías recuperar, por ejemplo, 1.800 euros de la otra parte, pero el resto seguiría siendo a tu cargo. Si perdemos, podrías tener que pagar una cantidad similar de la otra parte, además de los gastos propios”. Este tipo de ilustración concreta ayuda al cliente a dimensionar los riesgos sin entrar en tecnicismos, y permite que tome decisiones procesales de forma más informada.

En definitiva, explicar las costas no tiene por qué ser un momento de confusión ni de tensión. Convertir esa explicación en un guion claro, breve y adaptable a cada cliente ahorra tiempo, evita malentendidos y transmite profesionalidad. Al final, el objetivo no es que el cliente entienda todos los matices procesales, sino que tenga una idea realista y práctica de cómo las costas pueden afectar a su caso. Unos minutos invertidos en esta comunicación preventiva pueden ahorrar muchas horas de aclaraciones más adelante.

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