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El emergimiento de “Diella” como un reflejo de nuestra corruptibilidad

Especulaciones jurídicas sobre su viabilidad e implicaciones en nuestras fronteras. ¿Es posible una “Diella” Española y, sobre todo, “a qué precio”?

(Imagen: Pablo Sáez)

Pablo Sáez Hurtado

Abogado y asesor jurídico multidisciplinar especializado en derecho digital y consultor Legaltech/Al Business Artificial Intelligence Development & Legal Manager en Skiller Academy -Presidente de la «comisión» / «grupo joven» de ENATIC Director general de «BeAI Foundation»




Tiempo de lectura: 7 min

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Artículos

El emergimiento de “Diella” como un reflejo de nuestra corruptibilidad

Especulaciones jurídicas sobre su viabilidad e implicaciones en nuestras fronteras. ¿Es posible una “Diella” Española y, sobre todo, “a qué precio”?

(Imagen: Pablo Sáez)

El 11 de septiembre de 2025, Albania escribió un nuevo capítulo en los anales de la gobernanza digital mundial. El Primer Ministro Edi Rama anunció el nombramiento de “Diella” —que significa “Sol” en albanés— como ministra virtual encargada de la supervisión de la contratación pública. Esta decisión, presentada oficialmente en el parlamento el 19 de septiembre entre un gran revuelo político, representa la primera materialización de una ficción jurídica que desafía las estructuras tradicionales del Estado de Derecho.

¿Pero qué impulsa realmente a un país europeo a confiar su futuro democrático a una entidad artificial? Diella no es una recién llegada al ecosistema digital albanés. Desde enero de 2025, ha operado como asistente virtual en el portal e-Albania, reduciendo los tiempos de gestión administrativa en un 40%. Su nueva función ministerial trasciende la mera asistencia: la inteligencia artificial analizará objetivamente cada licitación pública, evaluando los méritos de las propuestas y eliminando, en teoría, la intervención humana y sus inherentes conflictos de interés.

Global IA

El contexto que justifica esta medida es revelador. Albania ocupa el puesto 80 de 180 países en el Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparency International. La corrupción en la contratación pública le cuesta al país balcánico aproximadamente 1.000 millones de euros anuales, el 12% de su PIB. ¿Es acaso la desesperación ante la corrupción endémica lo que lleva a una nación a apostar por la objetividad algorítmica como último recurso?

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La promesa de Diella es una imparcialidad algorítmica incorruptible, una objetividad desprovista de los sesgos inherentes a la condición humana. Sin embargo, la iniciativa ha sido recibida con escepticismo generalizado. La oposición, liderada por Gazment Bardhi del Partido Democrático, boicoteó la sesión parlamentaria y ha calificado a Diella de “fantasía propagandística”. ¿Estamos presenciando una innovación democrática genuina o simplemente una sofisticada cortina de humo tecnológica?

El debate ha escalado hasta el Tribunal Constitucional albanés, que deberá pronunciarse sobre la legalidad de otorgar un cargo ministerial a una entidad no humana. La comunidad internacional observa con fascinación y alarma este experimento que podría sentar precedente para el futuro de la democracia representativa.

(Imagen: Pablo Sáez)

Debate filosófico-existencial: la corruptibilidad como condición humana

La irrupción de Diella nos obliga a confrontar una pregunta fundamental: ¿es una inteligencia artificial menos susceptible a la corrupción que un ser humano? ¿O acaso estamos simplemente trasladando la corruptibilidad del individuo al sistema que la programa? La respuesta nos sumerge en un debate filosófico que adquiere relevancia inédita en la era digital.

Desde una perspectiva schopenhaueriana, la raíz de la corrupción humana reside en la “voluntad de vivir”, un impulso egoísta e irracional que nos condena a actuar en nuestro propio interés. En “El mundo como voluntad y representación” (1818), Schopenhauer argumenta que esta voluntad es una fuerza ciega que nos somete a un ciclo de deseo y sufrimiento. Una IA como Diella, desprovista de voluntad, deseos y emociones, parecería ser la encarnación de la pureza objetiva. Al carecer de un “yo” que satisfacer, sus decisiones estarían guiadas únicamente por la lógica, eliminando la avaricia, el nepotismo y el soborno.

Pero ¿es realmente posible una objetividad pura, o simplemente estamos creando nuevas formas de subjetividad algorítmica? Hannah Arendt ofrece una perspectiva más inquietante. En “La condición humana” (1958) y su análisis del juicio a Eichmann, Arendt acuñó “la banalidad del mal” para describir cómo personas ordinarias perpetran actos atroces al renunciar a su capacidad de juicio, convirtiéndose en engranajes burocráticos. La corrupción no siempre es maldad intrínseca, sino abdicación de la responsabilidad moral.

¿No podría una IA, operando según reglas predefinidas sin comprensión ética, encarnar una nueva “banalidad del mal” tecnológica? Aunque resistente al soborno personal, sería vulnerable a la “corrupción digital”: sesgos en datos de entrenamiento, manipulación algorítmica, o criterios que perpetúen desigualdades bajo apariencia de objetividad. La OCDE, en sus informes de 2024, advierte que los sistemas de IA pueden amplificar desigualdades si no se diseñan adecuadamente.

Perspectiva Visión Corruptibilidad Implicaciones IA Evidencia
Schopenhauer Voluntad egoísta como raíz Racionalidad pura sin sesgos Algoritmos vs. emociones
Arendt Banalidad del mal burocrático Automatización sin juicio moral Burocracias vs. decisiones algorítmicas
Contemporánea Fenómeno sistémico Vulnerabilidad a sesgos Cambridge Analytica, debates Diella

Implicaciones jurídico-constitucionales en España: el precio de la innovación

La posibilidad de implementar una “Diella española” plantea interrogantes constitucionales de primer orden. ¿Pero estaríamos realmente preparados, como sociedad, para aceptar que una máquina tome decisiones que afectan directamente a nuestros derechos fundamentales? España, donde la corrupción en contratación pública ha costado 48.000 millones de euros entre 2008-2022 según el Consejo de Europa, podría explorar soluciones similares. Sin embargo, nuestro ordenamiento presenta obstáculos significativos.

El epicentro del debate reside en la Constitución de 1978. El artículo 23.2 reserva el acceso a cargos públicos a ciudadanos, excluyendo a priori a una IA. ¿Cómo podríamos justificar constitucionalmente que una entidad artificial ocupe un cargo que requiere la condición de ciudadano? El artículo 97 atribuye al Gobierno funciones que implican responsabilidad política que una entidad artificial no puede asumir.

¿Estaríamos dispuestos a reformar nuestra Carta Magna para acomodar la IA en el núcleo del poder ejecutivo? Una Diella con competencias ministeriales plenas exigiría reforma constitucional vía artículos 167 o 168, proceso de enorme complejidad que abriría debate sobre soberanía popular y representación democrática.

No obstante, una implementación como herramienta auxiliar bajo supervisión humana podría encontrar acomodo legal. El Reglamento (UE) 2024/1689 (AI Act), de plena aplicación en agosto 2025, clasifica los sistemas de IA en contratación pública como “alto riesgo”, exigiendo evaluaciones rigurosas, transparencia y supervisión humana.

El Anteproyecto de Ley para el Buen Uso y Gobernanza de la IA, aprobado el 11 de marzo de 2025, desarrolla este marco y promueve “sandboxes” regulatorios. ¿Podría ser este el camino más prudente hacia una integración gradual de la IA en la administración pública? Una “Diella española” podría operar en estos espacios bajo tutela del Ministerio de Transformación Digital, sin reforma constitucional inmediata.

(Imagen: Pablo Sáez)

Fiscalización y transparencia: el caso Bosco como precedente revolucionario

La fiscalización de una “Diella española” constituiría un desafío complejo. ¿Cómo se puede juzgar políticamente a una entidad que carece de voluntad propia y responsabilidad moral? El aforamiento ante el Tribunal Supremo resulta inaplicable a entidades no humanas. La supervisión recaería en la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA), operativa desde junio 2024, con poderes sancionadores del AI Act.

En este contexto, la sentencia 1119/2025 del Tribunal Supremo en el “caso Bosco” supone un precedente revolucionario. ¿Podría esta decisión judicial marcar el inicio de una nueva era de transparencia radical en la administración digital? El 11 de septiembre de 2025, el Alto Tribunal obligó al Gobierno a entregar el código fuente de BOSCO, algoritmo del bono social eléctrico, a la fundación Civio tras siete años de litigio.

La sentencia establece principios fundamentales aplicables a una “Diella española”. Declara que el acceso al código fuente de algoritmos administrativos es “derecho constitucional” y garantía contra la arbitrariedad. ¿No es acaso paradójico que mientras Albania experimenta con la opacidad de una ministra-IA, España avanza hacia la transparencia algorítmica total? Descarta que la opacidad se ampare genéricamente en seguridad nacional o propiedad intelectual. Reconoce que en la “democracia digital”, los poderes públicos deben “explicar comprensiblemente el funcionamiento de algoritmos que afectan a ciudadanos”.

¿Qué implicaciones tendría este precedente para una hipotética “Diella española”? Este precedente implica que una “Diella española” debería ser “caja de cristal”, no “caja negra”. Su código fuente, criterios de decisión y procesos de aprendizaje deberían ser completamente auditables. ¿Estaríamos dispuestos a aceptar este nivel de transparencia, que paradójicamente podría ser mayor que el exigido a los ministros humanos?

Conclusión: entre la promesa y el precipicio

El emergimiento de “Diella” refleja nuestra “incontención tecnológica”, una fe a veces ciega en soluciones algorítmicas para problemas profundamente humanos. ¿Pero no es acaso esta misma “incontención” la que nos ha llevado a los mayores avances de la humanidad? La lucha anticorrupción es batalla crucial, y la IA puede ser herramienta poderosa. Sin embargo, no podemos caer en ingenuidad peligrosa que ignore las complejidades de la gobernanza democrática.

¿Estamos preparados para redefinir los límites mismos de la democracia representativa? La implementación de una “Diella” en España, jurídicamente factible en rol auxiliar supervisado, nos enfrentaría a dilemas éticos y constitucionales que van al corazón de nuestro sistema democrático. El “precio” de la eficiencia algorítmica no puede ser la erosión de principios fundamentales: soberanía popular, responsabilidad política, transparencia radical y participación ciudadana.

El camino hacia gobernanza asistida por IA, que ya transitamos irreversiblemente, debe recorrerse con extrema cautela. ¿Pero acaso la cautela excesiva no podría convertirse en parálisis ante los desafíos del siglo XXI? Exige esfuerzo conjunto de juristas, tecnólogos, filósofos y ciudadanía informada. Debemos construir un marco jurídico robusto que asegure que la tecnología esté al servicio de la dignidad humana, nunca al revés.

La pregunta final no es técnica sino existencial: ¿no se trata solo de si podemos tener una “Diella” jurídica en España, sino de si estamos verdaderamente dispuestos a pagar el precio de una gobernanza progresivamente algorítmica? ¿Qué tipo de sociedad queremos ser: una que abraza la innovación tecnológica sin reservas, o una que preserva celosamente la esencia humana de la democracia? La respuesta definirá no solo el futuro de nuestra administración pública, sino la esencia misma de nuestra convivencia democrática en el siglo XXI. En esta encrucijada histórica sin precedentes para Europa, donde la tecnología desafía los fundamentos mismos de nuestras instituciones democráticas, la prudencia democrática y la reflexión colectiva ciudadana son más necesarias que nunca jamás antes visto. El caso albanés de Diella no es solo un experimento político aislado, sino un espejo que refleja nuestras propias contradicciones y aspiraciones como sociedad digital. ¿Seremos capaces de navegar sabiamente entre la promesa de la eficiencia tecnológica y la preservación de los valores democráticos que han forjado nuestra civilización occidental? Solo el tiempo, y nuestras decisiones colectivas, lo dirán. Mientras tanto, el Sol albanés —Diella— continúa brillando como faro de interrogantes que iluminan el futuro incierto de la democracia en la era de la inteligencia artificial.

La historia juzgará si este experimento fue el amanecer de una nueva forma de gobernanza o el ocaso de la participación humana en las decisiones que nos definen como sociedad. En cualquier caso, no podemos permitirnos ser meros espectadores pasivos de esta transformación histórica sin precedentes: debemos ser sus arquitectos conscientes, responsables y comprometidos con el futuro democrático. La responsabilidad de definir los contornos de esta nueva realidad recae sobre todos nosotros, desde los legisladores hasta los ciudadanos, desde los tecnólogos hasta los juristas. ¿Tendremos la sabiduría necesaria para construir un futuro donde la tecnología amplifique lo mejor de la humanidad sin sacrificar nuestra esencia democrática? Esta es la pregunta del siglo, y su respuesta determinará el legado que dejemos a las generaciones futuras en la era digital.

Referencias:

  1. BBC News (12 de septiembre de 2025). “World’s first AI minister will eliminate corruption, says Albania’s PM”.
  2. Reuters (11 de septiembre de 2025). “Albania appoints AI bot as minister to tackle corruption”.
  3. The Guardian (11 de septiembre de 2025). “Albania puts AI-created ‘minister’ in charge of public procurement”.
  4. El País (17 de septiembre de 2025). “El Supremo obliga al Estado a abrir el algoritmo que asigna el bono social”.
  5. Civio (17 de septiembre de 2025). “Civio abre camino en la transparencia algorítmica”.
  6. Transparency International (2025). “Corruption Perceptions Index 2024”.
  7. Schopenhauer, A. (1818). “El mundo como voluntad y representación”.
  8. Arendt, H. (1958). “La condición humana”.
  9. Constitución Española (1978).
  10. Reglamento (UE) 2024/1689 (AI Act).
  11. Anteproyecto de Ley para el Buen Uso y la Gobernanza de la IA (11 de marzo de 2025).
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