Hacer justicia

Todos los implicados en la difícil y transcendente misión de hacer justicia en un Estado de Derecho —abogados, jueces, fiscales, letrados de la Administración, etc.—, tenemos que movernos entre dos principios importantes: la seguridad jurídica o la prevalencia de la justicia en el caso concreto.

El legislador cuando promulga una ley tiene en cuenta los factores que suelen incidir con mayor frecuencia, los factores más determinantes. Sin embargo, no puede prever todas las situaciones, y por ello es posible que ante un determinado supuesto de hecho la aplicación de una norma produzca un resultado injusto.

Castán, en este sentido, decía en un artículo titulado La formulación judicial del Derecho y el árbitro de equidad, que «cuando la ley estimada injusta no parezca exactamente aplicable al caso litigioso (por ser inadecuada y no prevista por el legislador para él ), prescindir de ella y acudir a los principios generales del Derecho , habrán de reducir al mínimo la posibilidad trágica de que el magistrado se vea irremisiblemente forzado a aplicar contra su conciencia una ley que juzgue contraria al Derecho natural o a optar por la renuncia de su cargo».

Por otro lado, el número 7 del artículo primero del Código Civil establece que «los jueces y tribunales tienen el deber inexcusable de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan ateniéndose al sistema de fuentes establecido».

La seguridad jurídica está reconocida en nuestro ordenamiento. Es una necesidad para el ciudadano saber a qué atenerse, conocer las reglas; pero tan trascendente e importante como la seguridad jurídica, es poder evitar que la obligada aplicación de la ley a un caso concreto produzca un resultado injusto que repugna a la razón de ser del propio Derecho.

El Derecho es casi tan complejo como la vida, quizás por ello al recordado José Juan Pintó Ruiz le gustaba mucho destacar principios con los que la mayoría de la humanidad estaba de acuerdo, y para ello con frecuencia recordaba el texto de Ulpiano que se puede leer en el Corpus (D.LibroI,Tit.II,10,1) que reza: «Honeste vivere alterum non laedere, ius suum quique tribuere» (es principio de derecho vivir honestamente, no hacer daño a nadie, dar a cada uno lo suyo).

Así sea.