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La exigencia intelectual de la abogacía y la importancia de ofrecer conclusiones claras a quienes ejercen el Derecho

"La abogacía no escucha lo superficial"

(Imagen: E&J)

Ester Ortín Solé

Titular de la firma en Ortin&Asociados




Tiempo de lectura: 2 min

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La exigencia intelectual de la abogacía y la importancia de ofrecer conclusiones claras a quienes ejercen el Derecho

"La abogacía no escucha lo superficial"

(Imagen: E&J)

Hace años un editor jurídico importante, Alejandro Pintó Sala, me dijo que los abogados siempre eran muy exigentes con el texto escrito y por ello era frecuente conocer a muchos letrados que nunca leían en fin de semana, entre otras razones, porque los abogados en su actividad profesional diaria destinan gran parte de su tiempo a leer, textos de compañeros defendiendo causas, de peritos y especialista diversos que comparten opiniones y dictaminan sobre cuestiones diferentes. El abogado al leer siempre busca conclusiones que evidencien hechos o actos, que puedan ser compartidos por la judicatura y otros profesionales intervinientes en los procesos judiciales, transaccionales  o arbitrales, textos que aplican a la valoración de las conductas criterios profesionales fundamentados en la jurisprudencia y en la equidad que debe informar a la determinación del derecho al caso concreto. Por ello, los juristas, salvo que se dejen llevar por el bendito mundo de la fantasía, son extremadamente exigentes en cualquier texto que deba abordar conductas o proyectos con objetivo de ser aplicados de forma real y pragmática en nuestra sociedad.

Por lo expuesto me atrevo a hacer un llamamiento a los múltiples oradores que se dirigen a la abogacía en actos organizados por instituciones representativas de la togada profesión. Por favor, preparen su intervención, pensando que la abogacía cuando lee o escucha siempre busca un corolario final que justifique el tiempo dedicado a la lectura o la escucha. Seguir este consejo preservará su marca personal.

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Como decía un sabio sacerdote, Don Fernando Perales, párroco de la parroquia de San Odón en Barcelona, “el respeto a los feligreses hace que siempre me prepare mi sermón para que los escuchantes puedan extraer una conclusión fundada “.  Este sacerdote que cuenta además con una sólida formación jurídica, además de la teológica, es conocido en la ciudad Condal con el sobre nombre de “Fitipaldi”, por lo breves que son sus sermones y por el intenso contenido de éstos que no ceden ni un segundo a lo superficial   Sus ceremonias religiosas están siempre llenas de personas de todas las edades.  Un ejemplo de evangelización eficiente.

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