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El absentismo en la empresa: la fiebre silenciosa del mercado laboral español

La solución a este fenómeno pasa por un cóctel de políticas públicas y gestión empresarial inteligente

Oficinas vacías en algunos casos, tal y como señala Omar Molina: el absentismo es un grave problema para empresas, mutuas y Seguridad Social. (Imagen: E&J)

Omar Molina García

Director del Área Laboral de Augusta Abogados




Tiempo de lectura: 5 min

Publicado




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El absentismo en la empresa: la fiebre silenciosa del mercado laboral español

La solución a este fenómeno pasa por un cóctel de políticas públicas y gestión empresarial inteligente

Oficinas vacías en algunos casos, tal y como señala Omar Molina: el absentismo es un grave problema para empresas, mutuas y Seguridad Social. (Imagen: E&J)

En los últimos años el absentismo laboral se ha convertido en un tema recurrente en los informes económicos, pero pocas veces se analiza con la calma necesaria.

Los titulares suelen centrarse en la cifra impactante con más de 1,5 millones de trabajadores ausentes cada día en España, con una tasa que ronda el 7 % de las horas pactadas, según los últimos datos disponibles. Pero lo verdaderamente importante es lo que hay detrás de este fenómeno, porque el absentismo no es la enfermedad en sí, sino la fiebre que revela un desequilibrio en nuestro mercado de trabajo.



Para las empresas, el coste es enorme. Los cálculos más recientes estiman que el absentismo supone entre 25.000 y 37.000 millones de euros anuales, cerca de un 3 % del PIB. De esa cantidad, aproximadamente la mitad corresponde a las arcas de la Seguridad Social y la otra mitad repercute directamente sobre las compañías, que pagan salarios durante bajas médicas y afrontan la pérdida de productividad, la necesidad de sustituciones y la sobrecarga de quienes sí acuden a su puesto. Esta realidad convierte el absentismo en una cuestión estratégica para la competitividad de cualquier organización.



En su causa, hay factores estructurales, sociales, organizativos y legales que se entrelazan como en una red biológica de lo más compleja. Uno de los más evidentes es el envejecimiento de la población activa. Hoy más de un tercio de los trabajadores tiene más de 50 años, lo que naturalmente incrementa la frecuencia de dolencias y alarga los periodos de recuperación. A medida que la plantilla envejece, la probabilidad de bajas recurrentes se multiplica, y este es un vector que seguirá presionando al alza el absentismo durante la próxima década.

Otro factor relevante es el diseño de nuestro sistema de protección social y de muchos convenios colectivos, que en algunos casos llegan a complementar la prestación pública hasta alcanzar el 100 % del salario desde el primer día de baja. En teoría es una medida de justicia social, pero en la práctica puede generar un efecto paradójico: el trabajador no percibe diferencia económica entre estar en el puesto o en casa, lo que puede desincentivar la reincorporación temprana. No se trata de señalar culpables, sino de entender que los incentivos importan y que las normas deben equilibrar protección con corresponsabilidad.

También hay un componente cultural. En España, cuando la relación laboral entra en fricción —por exceso de carga, por conflictos con la organización o por una sensación de desajuste— la vía de escape más habitual es la baja médica. No siempre hablamos de fraude, sino de una forma de autoprotección socialmente aceptada. En otros países, ante la misma tensión, el empleado puede optar por vacaciones, “Garden Leave”, por diálogo o incluso por un cambio de empresa. Aquí, la baja se ha convertido en un escudo. Y el sistema sanitario, ágil en emitir partes de incapacidad temporal, ha contribuido a consolidar ese hábito.

Por supuesto, dentro de las propias compañías hay margen de mejora. Sin necesidad de demonizar la gestión empresarial, es evidente que la forma en que se organizan las cargas de trabajo o se gestionan los equipos puede contribuir a reducir o a amplificar el absentismo. Cuando las demandas superan de forma continuada la capacidad de los equipos, aparece el burnout, esa especie de fatiga crónica que la Organización Mundial de la Salud ya reconoce como un síndrome ocupacional. Y cuando un trabajador llega a ese punto, la baja médica no es una elección caprichosa, sino una consecuencia natural.

El problema del absentismo laboral que analiza en este artículo Omar Molina, genera que 600.000 trabajadores falten a diario de su puesto de trabajo. (Imagen: CEOE)

El mapa sectorial y territorial del absentismo en España confirma que no estamos ante un fenómeno uniforme. La industria registra las tasas más elevadas, especialmente en ramas como la automoción o la metalurgia, donde las exigencias físicas y los turnos de trabajo marcan diferencias. En servicios, la sanidad y las actividades administrativas concentran también niveles muy altos, mientras que la construcción, pese a su dureza, presenta cifras algo menores. Por comunidades autónomas, el País Vasco, Canarias y Galicia superan con holgura la media nacional, mientras que Madrid o Castilla y León muestran valores más moderados. Estos contrastes responden tanto a la composición sectorial de cada territorio como a diferencias culturales y de gestión.

El absentismo es, en definitiva, un problema de muchas capas. Y como en biología celular, cuando una parte del organismo empieza a fallar, no basta con mirar el síntoma, sino que hay que comprender la causa raíz. No es casual que se haya comparado el absentismo con el estrés oxidativo que deteriora a una célula hasta que esta deja de funcionar. La empresa, como organismo vivo, también puede desgastarse si no repara a tiempo sus tejidos, que son las personas que la componen.

Ante este escenario, hay un conjunto de medidas que pueden marcar la diferencia. Invertir en ergonomía, en programas de bienestar y en formación sobre salud física y mental no es un gasto, sino una inversión en productividad futura. Del mismo modo, diseñar cargas de trabajo sostenibles, reconocer el esfuerzo, ofrecer flexibilidad real y fomentar el compromiso son estrategias que, aunque intangibles, tienen un impacto directo en la reducción de bajas. También es clave revisar convenios colectivos que, al complementar al 100 % las incapacidades temporales desde el primer día, terminan desincentivando la reincorporación. Un diseño equilibrado puede mantener la protección del trabajador sin perder de vista la corresponsabilidad.

La colaboración con mutuas y servicios médicos externos ofrece otra palanca que permite un seguimiento más riguroso de los procesos de incapacidad y abre la puerta a planes de reincorporación progresiva. Y en este terreno, una de las propuestas más novedosas que ha empezado a tomar forma en España es la de las bajas flexibles o progresivas, que permitirían reincorporaciones parciales tras un periodo de incapacidad larga. En lugar de un esquema “todo o nada”, se facilitaría que el trabajador volviera unas horas al día o algunos días por semana, bajo control médico.

Otros países europeos ya han recorrido ese camino con éxito. Alemania cuenta con el “Hamburger Modell”, que permite una reincorporación gradual planificada entre empresa, trabajador y médico. Francia dispone del “mi-temps thérapeutique”, que combina trabajo parcial con cobertura de parte de la indemnización por incapacidad. En los Países Bajos la reintegración es incluso obligatoria, con planes específicos de adaptación del puesto, y en Suecia se contempla la baja parcial al 25, 50 o 75 %. Todas estas experiencias demuestran que los esquemas flexibles no solo reducen el tiempo total de ausencia, sino que mejoran el vínculo del empleado con su puesto y con la empresa. Para las compañías, esto significa planificar mejor, reducir recaídas y minimizar el riesgo de desconexión definitiva.

El absentismo laboral en España no es un fenómeno coyuntural, sino un problema estructural con impacto directo en las empresas. Su coste es enorme, sus causas son múltiples —desde el envejecimiento hasta la cultura social o el diseño de los convenios colectivos— y su solución pasa por un cóctel de políticas públicas y gestión empresarial inteligente. Las compañías no pueden cambiar por sí solas la demografía ni la cultura nacional, pero sí pueden actuar en aquello que controlan, como la gestión del talento, la prevención, la negociación colectiva y, cada vez más, la adopción de modelos de reincorporación progresiva.

En definitiva, se trata de asegurar que el “organismo empresa” mantenga un metabolismo sano y sostenible. Y como ocurre con cualquier fiebre, la clave no está en bajar la temperatura a toda prisa, sino en curar la causa que la provoca.

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