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José Lomas, el librero que abatió a un intruso a tiros en su domicilio, abre un ‘crowdfunding’ para pagar la responsabilidad civil y las costas de su procedimiento

Tras una evaluación forense en prisión, mantenida por un psiquiatra y la psicóloga forense que escribe este artículo, se diagnosticó que Lomas sufre de trastorno esquizoide y delirante

Ana Isabel Gutierrez

Psicóloga Forense




Tiempo de lectura: 7 min

Publicado




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José Lomas, el librero que abatió a un intruso a tiros en su domicilio, abre un ‘crowdfunding’ para pagar la responsabilidad civil y las costas de su procedimiento

Tras una evaluación forense en prisión, mantenida por un psiquiatra y la psicóloga forense que escribe este artículo, se diagnosticó que Lomas sufre de trastorno esquizoide y delirante

Recientemente ha vuelto a ser noticia el caso de D. José Lomas, el librero de Ciudad Real de 78 años que disparo a un intruso que había entrado en su domicilio con el resultado de muerte. La causa: la imposibilidad de asumir económicamente el pago de la responsabilidad civil, 52.000 euros más las costas, sin perder su casa teniendo en cuenta que sus ingresos son de unos 600 euros, la pensión mínima. Por ello se ha iniciado una colecta social, un crowfounding, que en pocos días ha alcanzado ya la mitad de su objetivo.

El caso de Pepe Lomas es un exponente de un fracaso social. Nelson David Ramírez (la víctima) tenía una orden de expulsión del país del año 2020 y 36 antecedentes penales, entre los que se encontraban abuso y agresión sexual y estaba acusado de tentativa de homicidio.



Por su parte José Lomas era un anciano de 78 años que vivía solo en medio del campo, en una casa con la mayoría de las puertas y ventanas tapiadas, con una enfermedad mental crónica, además de cataratas que le dificultaban la visión clara y que era inexistente para los servicios sociales y para el sistema sanitario. Inexplicablemente, José Lomás continuaba teniendo permiso de armas en vigor.

Ni Nelson Ramírez tenía que haber estado en la Atalaya ni José Lomas tenía que haber tenido un arma.

Además del fallo del sistema que supone lo anterior, tambien pudo cometerse una gran injusticia, dado que en un primer momento los informes forenses del Instituto de Medicina Legal afirmaban que José no tenía ninguna patología que pudiera afectar a su imputabilidad ni que estuviera relacionada con la comisión de los hechos.

Cuando el Dr. Fuertes Rocañin me pidió que colaborara con él en el caso, este se había convertido ya en un debate político relacionado con la “Castle Doctrine” pero alejado de nuestra labor de determinar la presencia o no de psicopatología.

La minuciosidad y la correcta praxis metodológica son fundamentales en cualquier evaluación forense, y aconsejo a los juristas que además de contrastar la veracidad de las titulaciones de quien firma el informe a través su colegiación en un Colegio Profesional Oficial, atiendan a la metodología utilizada.

Como en cualquier pericial el primer paso es el vaciado de autos, siendo llamativa la referencia a puertas y ventanas totalmente tapiadas, los fármacos caducados desde hacía años que había en el frigorífico y la ubicación del armero en el dormitorio.

Solicitamos el permiso para evaluarle en la cárcel, ya que desde la noche de autos se encontraba en prisión preventiva. Durante la entrevista forense, el Sr Lomas aparentemente tenía un discurso coherente, digo aparentemente porque hay signos clínicos que pueden pasar desapercibidos si no se realiza un análisis minucioso.

Ese es el motivo de que yo personalmente siempre grabe las entrevistas, más allá de que es fundamental para cumplir los requisitos de replicabilidad de la prueba científica que exige el artículo 347.5 de la LEC, facilitando que los peritos de la parte contraria puedan contrastar las afirmaciones contenidas en el informe, tambien permite la transcripción de la misma para la valoración exhaustiva de los signos clínicos presentes en la comunicación y el análisis del contenido del lenguaje, que es el reflejo más fiel del funcionamiento cognitivo.

Una de las diferencias entre la esquizofrenia y los trastornos por ideas delirantes es que en este último el delirio está sistematizado y no tiene por que ser extravagante ni contener elementos bizarros, por lo que pueden pasar por un “discurso real”, como ocurre en los casos de acoso vecinal, laboral, los delirios celotípicos, etc., que pueden ser verosímiles pero esto no significa que sean verídicos. En ambos casos se mantiene la misma convicción patológica en la absoluta veracidad de lo narrado, lo que permite ver los fallos en la estructura lógica del discurso. Al margen del contenido de la idea, el resto del pensamiento es coherente, pudiendo pasar por una persona sana.

Algunos contenidos paranoides

Era evidente que en el discurso del Sr Lomas se detectaban contenidos paranoides y delirantes, en todo momento hablaba de “ellos”, hacia referencia a un complot para arruinarle y comprar su casa a bajo precio e incluso decía que creía que el intruso podía estar ya muerto y “que se lo hubieran colocado allí”.

También insinuaba la extrañeza a que la policía hubiera llegado tan pronto y con tal despliegue de efectivos, “cuando todas las veces anteriores” no le habían hecho caso y eso le generaba una elevada desconfianza. Pero esos elementos estaban mezclados con una exaltada defensa de la propiedad privada y de su derecho a defenderse que ocupaba gran parte del discurso, y que era en lo que se había centrado además el debate social reactivo al caso.

Indubitar el diagnostico descartando la simulación es una de las obligaciones de los peritos forenses. ¿Podría estar simulando el Sr Lomas un trastorno? Lo primero que hay que exponer es que Pepe en todo momento afirmó estar perfectamente cuerdo, algo habitual en los trastornos delirantes; por otro lado, el tapiado y el estado de la casa, junto al evidente estilo de vida esquizoide, con aislamiento extremo y ausencia de vínculos relacionales y afectivos, indicaban la presencia de un trastorno, pero en los tribunales no puede bastar el “ojo forense”, hay que probar lo que se afirma. O lo que se niega.

Refería que esa misma tarde había recibido la visita de “otro merodeador” pero que ya no se molestaba en avisar a la Policía o a la Guardia Civil porque “no le hacían caso”, así que bajó a un conocido supermercado a comprar una cadena y un candado más, conservando el ticket de compra. Y ahí estaba la clave. Los médicos forenses habían basado parte de su afirmación de que José Lomas no tenía ningún trastorno en la total ausencia de referencias en las historias clínicas a ello.

Se argumentaba para afirmar que estaba sano, que nunca había ido al médico por su “problema”, olvidando que precisamente esa es una característica central de aquellos trastornos que nos hacen perder el contacto con la realidad como los delirios, la ausencia de conciencia de enfermedad o como lo denominamos los psicólogos “ausencia de insight” o anosognosia. En esos casos la “huella psíquica” de la enfermedad nunca la encontraremos en los documentos clínicos.

Las evaluaciones forenses son investigaciones científicas en si mismas, no se pueden quedar en lo que nos manifiestan los periciados, en tanto en cuanto en el entorno judicial hay elevados intereses relacionados con el resultado del procedimiento. Sabemos que hay elevadas tasas de simulación y disimulación, pero tambien existen otros estilos de alteración de respuesta que debemos valorar.

Para ello es fundamental realizar un abordaje multimétodo-multifuente. A través de la entrevista con personas de la familia de Pepe accedimos a los antecedentes familiares, en los que estaba presente la esquizofrenia y otros trastornos mentales en otros miembros de la misma.

Por otro lado la convergencia de la prueba administrada, el Inventario Clínico Multiaxial de Millon (MCMI), con los resultados de las que se le habían realizado por parte de los técnicos de la prisión, el Inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota y el Mini-Examen del Estado Mental, junto a los registros recogidos acerca de la respuesta positiva aunque limitada (por la cronicidad del cuadro) a la Olanzapina, fármaco antipsicótico, y la paradójica adaptación a la prisión, dado que afirmaba “que allí dentro se sentía más seguro” nos llevaban a dos diagnósticos principales: el Trastorno de personalidad esquizoide y el Trastorno por ideas delirantes unido a rasgos de Trastornos de personalidad paranoide.

Solicitar documentación

Pero para evaluar a cuando se remontaba el trastorno, la clave estaba en la referencia a haber avisado a las FFCCSE, asi que solicitamos todo documento enviado por el Sr Lomas que obrara en los archivos de ambos cuerpos, y asi encontramos, remontándose a 1997, esto es 22 años antes de los hechos, fecha en la que tras una serie de robos producidos en su ausencia, comenzó a interponer denuncias y a enviar misivas escritas a mano tremendamente reveladoras, en las que los vehículos que habían parado cerca de su domicilio, con las matrículas y la descripción minuciosa de los ocupantes, “se encontraban vigilando la casa”.

También le parecía sospechosa la caza de conejos e incluso coger espárragos ya que llevaban “una navaja en la mano”. En el año 2000 tapia todos los accesos a la casa, y aun así siguen produciéndose los robos, objetos de metal, leña y casi cualquier objeto personal con valor, comienza a estructurar la idea delirante en torno a que quieren devaluar la propiedad y hacer que se sienta inseguro para hacerle una oferta de compra y quedarse con ella, y esto lo une a un suceso ocurrido muchos años atrás, en el que según refiere al presentarse a una oposición para ingeniero, sale elegido, según cuenta, un allegado a un político en lugar de él, hecho que hace que abandone la ingeniería y se  recluya en la librería de sus progenitores “El Aspa”. Ahí comienza el origen del delirio.

La noche de los hechos, José Lomas escucha un ruido, sale de la habitación en la que dormía con su arma, iluminando solo por una linterna descubre que están arrancados los cuadros que regulan el riego y al asomarse al patio ve, en la medida que le permiten sus cataratas, “un bulto del que asoma una motosierra”. Dispara en dos ocasiones y llama a la Policía. El resto ya lo conocen.

José Lomas, a día de hoy, sigue creyendo que fue víctima de una estratagema para perder su casa, cree incluso que el intruso “estaba ya muerto y se lo pusieron ahí, por eso no se movió cuando disparó” y que el fin último “es obligarle a vender la casa a bajo precio”, algo que, en la situación actual, debiendo asumir la responsabilidad civil y teniendo en cuenta que solo cobra la pensión mínima, puede convertirse en una realidad.

Si bien, la historia pudo acabar peor teniendo en cuenta la petición inicial de 25 años de cárcel y 236.000 euros de responsabilidad civil. Inicialmente, José fue condenado a seis años y tres meses de prisión y a pagar más de 150.000 euros en concepto de responsabilidad civil, pero el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha revisó la sentencia, reconociendo que actuó en legítima defensa, aunque de forma desproporcionada, y que padecía un trastorno mental que afectó su percepción de la amenaza.

La condena se redujo a nueve meses de prisión, ya cumplidos en prisión preventiva, y la indemnización se rebajó a 52.000 euros, y las costas del procedimiento.

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