¿Quién quema nuestros bosques? Motivaciones y perfiles psicológicos de los incendiarios en España
Un 45% de los incendios que se producen todos los veranos en nuestro país son provocados, incluyendo aquí negligencias graves

Cerca del 45% del total de los incendios en nuestro país son intencionados. (Imagen: Ministerio del Interior)
¿Quién quema nuestros bosques? Motivaciones y perfiles psicológicos de los incendiarios en España
Un 45% de los incendios que se producen todos los veranos en nuestro país son provocados, incluyendo aquí negligencias graves

Cerca del 45% del total de los incendios en nuestro país son intencionados. (Imagen: Ministerio del Interior)
Escribo este artículo desde los datos científicos, pero también desde la emocionalidad de haber vivido en primera persona el incendio que ha afectado a la comarca cacereña del Valle del Ambroz y a la Trasierra, y en el que hemos sufrido una evacuación y hemos estado a punto de perder la casa familiar.
Hoy España arde, y como yo, miles de personas se enfrentan a la angustia, al miedo, a la impotencia y a la incertidumbre, y tras ello, al dolor y la rabia al regresar y enfrentarse a la desolación y la ruina de los campos y bosques.
Los incendios forestales no son solo una catástrofe medioambiental, también son un problema de salud pública desde el momento en que, desde el punto de vista psicológico, miles de ciudadanos se ven sometidos a situaciones de estrés agudo o incluso a presentar patología postraumática en algunos casos, y desde el punto de vista social a la pérdida de recursos económicos fundamentales y al empobrecimiento ambiental de su entorno, lo cual influirá en el desarrollo posterior de psicopatología relacionada con los trastornos del estado de ánimo y los duelos.
Más allá de las condiciones climáticas absolutamente adversas que estamos viviendo, una parte significativa de los fuegos es provocada deliberadamente por personas cuyas motivaciones y perfiles psicológicos merecen un análisis detenido. Como psicóloga forense, mi tarea es ayudar a comprender qué lleva a alguien a encender la llama que puede arrasar con miles de hectáreas de vida.
Pese a lo avanzado de las investigaciones en los últimos años, también nos indican desde el SEPRONA y otras fuentes que, el esclarecimiento de esos incendios intencionados solo supera el 3% del total de los casos producidos, por lo que hay casos que aún con el paso del tiempo se desconoce su autoría.

Reunión del comité Estatal de Coordinación y Dirección de Incendios forestales presidido por Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Manuel Marlaska, Ministerio del Interior. (Imagen: Ministerio del Interior)
Una realidad compleja y persistente
Nuestro país lleva documentando datos relacionados con incendios forestales desde 1968. La estadística oficial sobre incendios forestales (EGIF) cuenta con un registro de más de un millón de incidentes, convirtiendo a España en uno de los países europeos con bases de datos más completas.
Igualmente ha contribuido a esta labor documental el hecho de contar con un cuerpo perteneciente a la FCSE que desarrolla su labor fundamentalmente en el área rural, la Guardia Civil y que cuenta desde 1988 con una de las unidades policiales más especializadas de Europa en la defensa del medio ambiente y en la persecución de delitos relacionados con la naturaleza, la fauna, la flora, los recursos hídricos y el patrimonio ecológico, el Servicio de Protección de la Naturaleza, más conocido por su acrónimo SEPRONA.
Pero el interés por los rasgos de los autores implicado en los incendios forestales comienza en una petición de la Fiscalía. En el año 2006, tras un pavoroso verano que dejó Galicia arrasada por las llamas, la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de esa Comunidad Autónoma abrió Diligencias de Investigación (n.º 58/2006) solicitando “la caracterización socio-psicológica de las personas detenidas como autores de incendio forestal, integración social, si actuaron solos o en grupos, si eran vecinos del lugar o de zonas próximas, si eran plurireincidentes de ese año o de otros, si habían sido objeto de vigilancia y control policial y los motivos que eventualmente hubieran alegado para realizar la acción, así como la utilización o el desplazamiento por el área forestal en motocicletas o vehículos para desarrollarlas. Igualmente su edad, sexo, domicilio, grado cultural, situación laboral y cualificación profesional”.
La Fiscalía estaba pidiendo la realización de un perfil. Desde entonces hasta hoy, dada la prevalencia de este tipo de delitos y su incidencia ambiental y social, se han continuado estudiando por parte de los psicólogos y criminólogos de la Guardia Civil. La mayoría de los datos contenidos en este artículo provienen de las investigaciones y estudios realizados por ellos y especialmente los realizados por la SACD (Sección de Análisis de la Conducta Delictiva) y de la tesis doctoral del comandante Andrés Sotoca.
Respecto al origen de los mismos en los estudios se pueden encontrar las siguientes estadísticas:
Un muy pequeño grupo de los incendios forestales, menos de un 10%, tiene su origen en causas naturales como los rayos. Esta parece haber sido la causa del incendio que asola la Trasierra y el Valle del Ambroz y que se originó en Jarilla en medio de una tormenta seca de la que directamente fui testigo.
El 38% de ellos se debe a imprudencias leves, suelen tener un origen en negligencias o accidentes (quemas agrícolas descontroladas, colillas, trabajos forestales, explosiones pequeñas) y en los que el causante suele ser quien da directamente el aviso y se responsabiliza del mismo ante los servicios de emergencia, quedándose a colaborar en las labores de extinción dado que en muchas ocasiones además estos se producen en sus propiedades.
Respecto a los incendios intencionados no accidentales dichas estadísticas hablan de un 45% del total que no son accidentales. De ese total, un 26% se producían debido a imprudencias graves: en estos casos el responsable, en lugar de avisar, huía del lugar e intentaba ocultar su implicación en el incendio.
Hay algunas diferencias entre ambos, en el caso del incendiario imprudente grave se suele tratarse de personas con un nivel educativo más bajo, con mayor probabilidad de haber recibido algún tipo de tratamiento psicológico y con una tendencia más marcada a utilizar el mechero como medio de ignición. Además, es más frecuente que estos sujetos se encuentren bajo vigilancia policial y que presenten antecedentes por detenciones anteriores, lo que los distingue del perfil más colaborador y responsabilizado del imprudente leve.
Dentro de los incendios intencionados, las motivaciones subyacentes se dividían entre un 17,5% sin motivo aparente o pulsionales, algunos relacionados con trastorno mental (esquizofrenia, demencias), discapacidad o consumo de drogas, en el que se producirían fuegos poco planificados y fácilmente detectables, otros, en los que podría haber rasgos relacionados con el Trastorno de personalidad antisocial podrían estar motivados por la ira, la frustración, el resentimiento, o incluso el aburrimiento.
También estarían los pirómanos, un grupo sobreestimado, dado que muy pocos, menos de un 4%, cumplen los criterios diagnósticos requeridos. Para estos el fuego es un fin en sí mismo, estando asociado a fascinación y placer. Este diagnóstico, aunque muy mediático, es raro en la práctica clínica y forense, representando una pequeña fracción de los incendios forestales.
También aparecen las motivaciones económicas o personales en un 9% de los casos, vinculados al aprovechamiento de recursos o intereses urbanísticos. y por último se habla de un 4% motivados por conflictos interpersonales y venganzas contra el o los propietarios del terreno afectado.

Incendio en la localidad de Jarilla de la Vega que está devastando esa localidad cacereña.(Imagen: Ana Isabel Gutiérrez)
El perfil más común en España
Si bien los datos están limitados por el bajo índice de esclarecimiento de los que tienen los incendios forestales respecto a otras tipologías delictivas, apenas un 3%, el prototipo del incendiario forestal español responde a un varón español, casado, de cualquier rango de edad, sin antecedentes policiales y con trabajos poco cualificados, que le reportan ingresos modestos o se encuentra ya jubilado. Su nivel educativo suele limitarse a estudios elementales y vive en entornos rurales, donde mantiene una vida social normalizada.
Habitualmente actúa en solitario, sin cómplices, y no forma parte de redes de crimen organizado de ningún tipo. Lo más común es que se desplace a pie o en un vehículo propio hasta el lugar, prenda un único foco con un mechero en verano, por la tarde y en un día laborable, sin intención de ocultar otro delito.
Generalmente el fuego comienza en cultivos, pistas forestales o zonas de matorral, afectando a terrenos agrícolas, ganaderos o forestales. En la mayoría de las ocasiones, el móvil es la imprudencia, aunque en ciertos casos el autor huye e intenta ocultar su implicación; y cuando se trata de un incendio verdaderamente intencionado, lo frecuente es que no exista un motivo racional, sino que esté relacionado con un trastorno mental o emocional.
La piromanía clínica: un diagnóstico poco frecuente
La piromanía es un trastorno reconocido en el DSM-5-TR. Se caracteriza por:
- Provocar incendios de manera deliberada y repetida.
- Sentir tensión o excitación antes del acto.
- Fascinación por el fuego y su contexto.
- Experimentar gratificación o alivio tras iniciarlo.
- No explicarse por motivaciones externas (económicas, ideológicas, criminales).
- No atribuirse a otro trastorno mental, un episodio maníaco ni a la personalidad antisocial.
Aunque su presencia ha sido sobredimensionada en ocasiones, la evidencia indica que los verdaderos casos de piromanía son excepcionales en España y que la mayoría de incendios responden a negligencias, conflictos o impulsividad.
Los incendios forestales no son solo una consecuencia del calor o la sequía: también reflejan comportamientos humanos complejos. Identificar las motivaciones y perfiles de los incendiarios es crucial para mejorar la investigación policial, reducir la reincidencia y prevenir catástrofes. La piromanía existe, pero es residual. La mayor amenaza proviene de conductas cotidianas marcadas por la imprudencia, las negligencias y la falta de control emocional.
Implicaciones legales y preventivas
Desde el punto de vista jurídico, el Código Penal español (artículos 351 a 353) tipifica los incendios forestales como delitos graves, con penas que pueden alcanzar los 20 años de prisión en casos de riesgo para la vida. La labor del psicólogo forense es clave en:
- Evaluar la variables relacionadas con la imputabilidad del acusado, su cognición y volición (si existe trastorno mental que limite sus capacidades).
- Determinar motivaciones y riesgo de reincidencia, esenciales en evaluaciones psicológicas relacionadas con procedimientos judiciales.
- Recomendar medidas terapéuticas (tratamiento de adicciones, control de impulsividad).
- Colaborar en la prevención mediante programas de sensibilización y detección temprana de perfiles de riesgo.
Comprender al incendiario es, en última instancia, una herramienta para proteger los bosques, la biodiversidad y nuestro patrimonio natural que cada verano se ve amenazado pero esto no ayudará si no viene acompañado de políticas eficaces de prevención tanto a nivel educativo como en la protección de facto a la conservación y mantenimiento de los ecosistemas a través del apoyo a las comunidades rurales y a su modo de vida.
