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Editorial

La ley del contraste

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Editorial

La ley del contraste



He leído recientemente en uno de los mejores manuales de negociación para abogados redactado en los últimos tiempos, (lo digo desde la convicción) firmado por dos compañeros, que el cliente en muchísimos casos, tiende a comparar lo que se le dice en el despacho con lo que ha escuchado de sus amigos, familiares y demás gente próxima a él que, por supuesto, no se resisten a darle su particular punto de vista sobre el asunto que preocupa a éste y ocupa después al abogado elegido para dirigir su asesoramiento. Es lo que se ha dado en  llamar –el consejo de sabios– . Me consuela saber que el mal es generalizado. Si ese cliente es un familiar propio, ¡démonos por perdidos! El exceso de confianza pronto se convierte en –abuso– y con un desparpajo  tremendo, cualquier cosa que dices es automáticamente cuestionada con la dichosa frase de ¿estás segura/ro? Como el resultado del pleito sea negativo,  un halo de sospecha sobre el prestigio profesional del ocupado y, esta vez, preocupado letrado, se instalará en la conciencia del familiar afectado y vete tú a restablecerlo. De otro lado, resulta que en la conciencia del lego en derecho, parece que el buen abogado es únicamente el que lo sabe todo, es decir tienes que dominar el penal, el fiscal, el laboral, el civil, el mercantil, todo el ordenamiento jurídico en su conjunto y cuando respondes que eso prefieres no llevarlo porque no dominas la materia y puede ser contraproducente, ¡zas! ¡Otro punto de sospecha! Este dice que es letrado pero luego, no sabe nada de nada. Es curioso, cuando un ciudadano necesita un traumatólogo, se va directamente a la consulta del especialista, entiende perfectamente que el endocrino, por poner un ejemplo, no le puede arreglar la rodilla, sin embargo, cuando de letrados se trata, parece que hay que controlarlo todo y aunque hay abogados generalistas muy buenos, también hay áreas muy especificas del derecho que requieren una especialización más fuerte. Lo prudente en estos casos es abstenerse y remitir al cliente, familiar o no, al especialita oportuno. Por eso, a partir de ahora, prohibidos familiares, amigos íntimos y vecinos. Seguiré el consejo del libro anteriormente mencionado cuyo titulo es Estrategia de negociación práctica para abogados y remitiré al familiar a un amigo o compañero letrado para que se ocupe desde la distancia del asunto. Eso sí, después de hacerle ver que sí me gustaría llevar el caso pero que es mejor que lo haga otro profesional. Creo que de esta forma,al menos, quedará intacta la paz familiar.



Soraya Callejo Directora Economist &Jurist.



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