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Editorial

SOPLAN NUEVOS VIENTOS PARA LA ABOGACIA. ¡ Y TANTO!

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Editorial

SOPLAN NUEVOS VIENTOS PARA LA ABOGACIA. ¡ Y TANTO!

(Imagen: E&J)



 

Carlos era un chico muy espabiladillo que siempre quiso ser abogado, igual que su padre y que su abuelo. Para ello estudiaba con ahínco los farragosos apuntes que dictaban los profesores en la universidad y disfrutaba especialmente con algunas clases, como la de procesal y la de civil. Ya en quinto de carrera ilusionaba fervientemente convertirse en un brillante abogado y soñaba con el día en que pudiese materializar en la práctica todo lo estudiado y, como no, ponerse la toga de los abogados. Después de obtenida la licenciatura, Carlos hizo numerosas entrevistas en despachos y todos le decían: –vendrás mañana y tarde  para ser pasante; queremos puntualidad, dedicación exclusiva y buena presencia. Ah! ¡Y deberías ir pensando en colegiarte! Vale, decía Carlos, ¿Cuando empiezo? ¿Y mis honorarios? ¡Honorarios!, ¿Qué honorarios? ¡No tienes experiencia! El caso es que Carlos nunca se incorporó a ese despacho ni a ningún otro.



Ahora que corren nuevos tiempos para la abogacía parece que nos disponemos a afrontar éste y otros despropósitos a los que por desgracia nos hemos acostumbrado. Ante los hechos consumados ya no vale que discutamos si la relación laboral especial se ha introducido de espaldas a los intereses de la gran mayoría del colectivo, para favorecer solo a unos pocos, o si se nos ha colado de rondón a través de una disposición adicional en una ley de nombre impronunciable y recuerdo más imposible todavía, sino que habrá que agudizar todos los esfuerzos para que quienes de verdad son profesionales del derecho liberales sigan siéndolo sin tener que renunciar a su propio despacho o a parte de su proyecto por no poder asumir los costes derivados del alta en la seguridad social de sus letrados, y de otro lado, quienes de verdad mantengan relación laboral, la tengan reconocida con todas las garantías. También seria importante que la anunciada especialidad de la relación no se tradujese únicamente en un recorte de prestaciones frente a otros trabajadores y, particularmente, frente a otros abogados sujetos a relación común. Podemos dejar pasar la oportunidad o aprovecharla porque aunque la redacción final del real decreto que regule la relación especial de los abogados dependerá directamente del gobierno, los órganos colegiales deben hacer oír su voz y sus recomendaciones luchando por los intereses de todos sus colegiados. Una normativa que afecta a un colectivo especifico no puede aprobarse sin oír a todos los sectores de ese colectivo, simplemente, lo impone el sentido común.



Soraya Callejo

Directora



callejos@difusionjuridica.es

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