El contador de distracciones: un método sencillo para descubrir por qué no avanzas en el despacho
Registrar durante un día cada interrupción permite identificar hábitos, personas y dinámicas que sabotean la productividad sin que nadie lo note
(Imagen: E&J)
El contador de distracciones: un método sencillo para descubrir por qué no avanzas en el despacho
Registrar durante un día cada interrupción permite identificar hábitos, personas y dinámicas que sabotean la productividad sin que nadie lo note
(Imagen: E&J)
Si hay un enemigo silencioso en cualquier despacho jurídico, ese es la interrupción constante. Abogados que intentan cerrar un escrito reciben llamadas internas, mensajes, consultas rápidas, avisos de recepción de documentos o simples “¿tienes un minuto?” que, sumados, erosionan horas de trabajo profundo. A pesar de ser un problema universal, pocos profesionales lo cuantifican y casi ninguno lo analiza con método. Sin datos, la sensación de pérdida de tiempo queda en lo intuitivo y no se convierte en una oportunidad de mejora. Aquí es donde entra en juego una herramienta extremadamente simple pero poderosa: el registro de interrupciones. Consiste en anotar, durante un día completo, cada interrupción que sufre el abogado, quién la genera y cuánto tiempo implica, aunque sean apenas segundos. El ejercicio, que puede parecer trivial, suele revelar patrones sorprendentemente claros que hasta entonces pasaban desapercibidos.
El primer beneficio del registro es que obliga a tomar conciencia. Los abogados experimentados suelen minimizar el impacto de las interrupciones porque su día va cargado de asuntos urgentes y creen estar acostumbrados al flujo constante de demandas. Sin embargo, al escribir cada microrruptura, se hace evidente que la productividad no se pierde en grandes bloqueos, sino en pequeñas fugas de atención acumulada. La mente jurídica, acostumbrada a hilar fino y a sostener argumentos complejos, necesita continuidad; cada interrupción obliga a reconstruir el hilo interno, volver a revisar documentos o releer párrafos ya elaborados. Medir cuántas veces ocurre eso en un día permite entender por qué las jornadas parecen eternas y los avances reales son más cortos de lo previsto.
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