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Jesús-María Silva Sánchez en ‘Ultima Ratio’: Derecho Penal y Justicia

Último episodio de la charla entre el catedrático y el penalista Antonio J. Rubio Martínez

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Jesús-María Silva Sánchez en ‘Ultima Ratio’: Derecho Penal y Justicia

Último episodio de la charla entre el catedrático y el penalista Antonio J. Rubio Martínez


En este episodio de Ultima Ratio, el penalista Antonio J. Rubio Martínez finaliza su conversación con el catedrático de Derecho Penal Jesús-María Silva Sánchez, profundizando en su obra Derecho Penal: Parte General, publicada por Editorial Civitas.

Tras haber recorrido los fundamentos filosóficos y estructurales de la obra, y analizado sus implicaciones en la práctica judicial, este episodio se centra en los desafíos que enfrenta hoy la justicia penal: su legitimidad, su ejecución y su porvenir.



Silva Sánchez propone una reflexión de fondo sobre el papel del juez en la sociedad democrática, los peligros de la justicia populista y el sentido último de las penas más extremas, como la prisión permanente revisable. Una conversación que no rehúye el presente ni el futuro, pero que se mantiene anclada en los principios que deben seguir guiando al Derecho penal: la justicia, la prudencia y la esperanza.

¿Qué entendemos por justicia penal? Entre la ley, la calle y el algoritmo

El episodio se abre con una distinción fundamental: la justicia como organización institucional —la Administración de Justicia— y la justicia como ideal normativo. Ambas, sostiene Silva, deben dialogar, pero no confundirse. Frente al auge de formas de justicia “popular” —desde el juicio mediático hasta la politización parlamentaria de casos ya juzgados—, el profesor defiende con firmeza la centralidad del juez profesional, independiente, prudente.

En este contexto, identifica un nuevo trilema contemporáneo:

  • El juez humano, que interpreta, concreta y aplica la ley desde la racionalidad jurídica.
  • El juez algorítmico, que automatiza decisiones sobre la base de datos y patrones de riesgo.
  • La justicia de las redes, marcada por el ruido, la emocionalidad y el escarnio.

Para Silva, solo el primer modelo —el juez humano guiado por precedentes y valores constitucionales— es compatible con una justicia penal legítima. Aun siendo perfectible, es el único que puede resistir tanto la arbitrariedad del algoritmo como la venganza social disfrazada de participación democrática.

La prisión provisional: un desequilibrio intolerable

A continuación, Silva Sánchez aborda la cuestión de la prisión provisional a partir del análisis realizado por su discípulo Ramón Ragués, en lo que considera el mejor estudio sobre la materia en lengua española. Si bien admite que esta medida cautelar es necesaria, denuncia su aplicación excesiva y en muchos casos inadecuada, alimentada por presiones externas y déficits normativos.

Subraya el desequilibrio estructural que supone imponer una privación cierta de libertad (100 %) frente a riesgos meramente eventuales —como el de fuga o destrucción de pruebas— cuya concreción muchas veces no supera un umbral razonable.

Ante esta disparidad exige una ley específica que regule con rigor tanto los aspectos procesales (cómo debe celebrarse la vista) como los materiales (qué presupuestos deben concurrir), evitando decisiones opacas, meramente simbólicas o, en el peor de los casos, punitivas bajo apariencia de cautela.

Prisión permanente revisable: el derecho a la esperanza

El episodio culmina con una reflexión sobre la prisión permanente revisable. Aunque respetuoso con el pronunciamiento del Tribunal Constitucional que la considera compatible con la Carta Magna, Silva la califica sin ambages como una “barbaridad jurídica y humana”. A su juicio, una pena que priva al condenado de cualquier horizonte de reintegración socava el núcleo ético del Derecho penal democrático.

Frente a ello, recupera la noción emergente del “derecho a la esperanza”: la exigencia de que toda persona, incluso tras los actos más graves, conserve una posibilidad real de recuperar su dignidad, su libertad y su vínculo con la comunidad. Cita incluso la obra del filósofo Byung-Chul Han para reforzar una idea de fondo: sin esperanza, toda pena deviene degradante. La justicia no puede castigar sin abrir una puerta al porvenir.

Un cierre con vocación humanista

Este último episodio cierra un recorrido excepcional por una de las obras más ambiciosas y relevantes del Derecho penal español contemporáneo. Más allá de la técnica, Silva Sánchez propone una visión exigente pero profundamente humanista del Derecho penal: un sistema normativo que actúe con rigor, pero también con mesura, con razón, pero también con humanidad.

Frente a los riesgos del presente —automatización, populismo punitivo, banalización del castigo—, el profesor invita a repensar el Derecho penal como tarea moral, prudencial y cultural. Y lo hace no solo desde la teoría, sino también desde la experiencia de quien ha dedicado su vida a pensar, escribir y enseñar Derecho penal.

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