Asesorar no es diseñar fraudes: una advertencia necesaria para proteger la profesión
"Asesorar no es tramar"

(Imagen: Cuéntame/ RTVE)
Asesorar no es diseñar fraudes: una advertencia necesaria para proteger la profesión
"Asesorar no es tramar"

(Imagen: Cuéntame/ RTVE)
La reciente sentencia dictada por la Audiencia Nacional en el ‘caso Nummaria’ ha generado un intenso debate entre los profesionales del asesoramiento fiscal y jurídico. No es para menos. La condena de más de 80 años de prisión impuesta a un asesor —aunque limitada por ley a un máximo de nueve— por articular un sistema de evasión fiscal que afectó a decenas de clientes, entre ellos figuras públicas como Imanol Arias y Ana Duato, obliga a reflexionar. No solo por el impacto mediático, sino por lo que representa: un recordatorio de los límites entre el ejercicio profesional legítimo y la cooperación con el fraude.
Como presidente del Consejo General de los Gestores Administrativos, me veo en la obligación de alzar la voz para recordar que asesorar no es encubrir, ni mucho menos diseñar estructuras para delinquir. Quien lo hace, deja de ser un profesional para convertirse en cooperador necesario de un delito. Y eso, como hemos visto, tiene consecuencias penales reales.
Una profesión basada en la confianza y la legalidad
Los gestores administrativos y otros profesionales del asesoramiento actuamos en un terreno delicado. Las personas que acuden a nuestros despachos lo hacen porque confían en nosotros, porque no dominan la materia que quieren resolver y necesitan ayuda. Esa confianza es un privilegio, pero también una gran responsabilidad. Y a veces se pone a prueba, cuando un cliente plantea soluciones fiscales “creativas”, plantea atajos o directamente propone prácticas que vulneran —o rozan peligrosamente— la legalidad.
Es precisamente en esos momentos cuando se define el verdadero carácter del profesional. Porque no se trata solo de tener conocimientos técnicos: se trata de tener integridad. De saber decir que no cuando el cliente espera un sí. De explicar con claridad qué se puede hacer, qué no, y qué consecuencias puede tener cada decisión.
La ‘lex artis’: una brújula y un escudo
Para proteger nuestra labor y a nuestros clientes, contamos con una guía clara: la lex artis, el conjunto de principios jurídicos, técnicos y deontológicos que deben regir nuestra actuación. A diferencia de otros sectores donde se exigen resultados, nuestra responsabilidad es una obligación de medios: debemos actuar con diligencia, con honestidad, con transparencia y dentro del marco legal. No prometemos milagros, pero sí garantizamos una actuación profesional.
Y esa lex artis no solo nos guía. También nos protege. Cuando se actúa conforme a ella, la jurisprudencia es clara: no hay responsabilidad penal, civil ni tributaria. El profesional queda amparado siempre que pueda acreditar que ha actuado dentro de los márgenes que exige su oficio.
De hecho, muchos tribunales han señalado que no es suficiente con que un cliente sea sancionado o inspeccionado para que se derive responsabilidad al asesor. Solo cuando hay dolo, negligencia grave o incumplimiento manifiesto de la legalidad se abre esa puerta.

(Imagen: E&J)
Actuar bien no solo es ético, es seguro
Conscientes de la importancia de este asunto, desde el Consejo General encargamos un informe jurídico a la firma Acountax que analiza a fondo el régimen de responsabilidad del gestor administrativo. Este documento recoge con claridad las pautas que debe seguir cualquier asesor para ejercer con seguridad:
- Actuar siempre dentro del marco legal.
- Informar por escrito de los riesgos de las decisiones controvertidas.
- Documentar la posición de la Administración y explicar alternativas.
- Dejar constancia expresa de la decisión del cliente si decide asumir un riesgo.
- Conservar la documentación durante al menos cinco años.
- Mantener la independencia, incluso cuando eso implique perder un cliente.
Estas pautas no son meros consejos. Son la base de un ejercicio profesional responsable, seguro y conforme al Derecho. Y lo más importante: permiten al asesor actuar con la tranquilidad de saber que, si todo está bien hecho, no habrá responsabilidad.
La otra cara del espejo: cuando se cruza la línea
Otros casos, por desgracia, nos muestran la cara contraria. Cuando estamos ante alguien que diseña activamente estructuras para defraudar. Que no advierte a sus clientes, sino que les conduce a un modelo deliberado de evasión. La Justicia, en casos similares, califica a este asesor como cooperador necesario del fraude. No como víctima, ni como mero transmisor. Y esa diferencia lo cambia todo.
Porque asesorar no es tramar. Asesorar es proteger, es ayudar, es orientar. Es decir la verdad, aunque duela. Y quien confunde asesorar con encubrir, no solo pone en riesgo a sus clientes: pone en riesgo su libertad y, lo que es peor, la reputación de toda una profesión.
Una llamada a la responsabilidad
Quiero terminar con un mensaje directo a todos los asesores fiscales, laborales, contables, gestores administrativos, abogados y economistas que trabajan cada día con honestidad: no tengáis miedo. Si hacéis vuestro trabajo conforme a la ley, con rigor y documentación, estáis protegidos. La responsabilidad no está en actuar, sino en actuar mal.
Este no es un tiempo para dudar, ni para callar. Es un tiempo para ejercer con firmeza, con ética y con orgullo. Porque, cuando uno trabaja bien, con integridad y con claridad, la ley no es una amenaza: es una garantía.
