Sinestesia: el restaurante donde los sabores se ven, los colores se saborean y la experiencia se siente
Una propuesta gastronómica inmersiva que fusiona alta cocina, tecnología y emociones para desafiar los límites de los sentidos

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
Sinestesia: el restaurante donde los sabores se ven, los colores se saborean y la experiencia se siente
Una propuesta gastronómica inmersiva que fusiona alta cocina, tecnología y emociones para desafiar los límites de los sentidos

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
En un mundo donde la gastronomía ha trascendido el mero acto de comer para convertirse en una experiencia sensorial completa, Sinestesia se erige como uno de los conceptos más innovadores y fascinantes de la escena culinaria madrileña. Ubicado en el vanguardista Centro Comercial Caleido, este restaurante va más allá de desafiar las convenciones, las descompone y reconstruye en un espectáculo donde la alta cocina y la tecnología se entrelazan en perfecta armonía.
Una experiencia inmersiva más allá del plato
Desde el instante en que se cruza la puerta de entrada, el comensal es transportado a un universo donde los límites entre los sentidos se desdibujan. Aquí, los sabores no solo se degustan; se ven, se escuchan y hasta se sienten en la piel. Un viaje multisensorial cuidadosamente orquestado en el que cada plato se presenta con su propia narrativa, un despliegue de estímulos visuales, sonoros y aromáticos que refuerzan y potencian la aventura gastronómica. El espacio, concebido para un máximo de 16 personas, funciona como un escenario envolvente donde la iluminación, la música y los aromas evolucionan con cada pase del menú degustación. Un espectáculo inmersivo en la que el comensal es el protagonista, descubriendo en cada bocado una nueva dimensión del sabor y explorando una sinestesia real, donde el color cobra gusto y el gusto se vuelve imagen.

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
Una narrativa culinaria sin precedentes
En el mundo de la gastronomía, el término experiencia se ha convertido en un recurso habitual para describir lo que ocurre más allá del simple acto de comer. Sin embargo, en Sinestesia, la palabra adquiere un significado absoluto: aquí, la experiencia es EXPERIENCIA en mayúsculas. No es solo un concepto de marketing ni un añadido superficial, sino el eje central sobre el que gira cada detalle. Cada elemento tiene un propósito, creando una propuesta donde nada es casual y todo cobra sentido en esta andadura culinaria. Por este motivo, ha sido galardonado con el premio The Best Digital Restaurant 2025 al poner de manifiesto su excelencia en la gestión digital y su apuesta por la innovación tecnológica en el ámbito de la hostelería.
Uno de los aspectos más fascinantes de este enclave es su capacidad para construir una historia. No se trata simplemente de degustar una serie de platos, se trata de sumergirse en una dramaturgia cuidadosamente elaborada. A través de proyecciones envolventes, música seleccionada para cada instante, narraciones en off y un servicio de sala que funciona como parte del espectáculo, el restaurante logra generar un sentido de expectación y asombro continuo. ¿Se imaginan cenando en el fondo del océano o en medio de un desierto? Aquí es posible. La singladura concluye con un detalle simbólico: un pasaporte gastronómico que acredita el recorrido del comensal a través de cada etapa del menú. Un guiño lúdico que refuerza la sensación de haber participado en algo único e irrepetible.

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
Detrás de esta propuesta se encuentra el prestigioso Kiko Moya, chef de L’Escaleta, galardonado con dos Estrellas Michelin y tres Soles Repsol. Su maestría en la cocina se traduce en un menú con una exhibición técnica impecable envuelta en una verdadera sinfonía de sabores, texturas y emociones. Además, el restaurante colabora con otros chefs de renombre, lo que garantiza que cada plato sea una pieza única dentro de este engranaje sensorial. En Sinestesia, el contenido y el continente tienen la misma relevancia. Cada plato es una extensión del concepto multisensorial del restaurante, donde la presentación es tan sorprendente como el propio sabor. Aquí, los límites de la vajilla convencional desaparecen: podemos degustar un bocado dentro de un huevo de porcelana o descubrir un plato oculto en el interior de una alcachofa gigante. Estos recipientes, cuidadosamente diseñados, refuerzan la estética del menú, y añaden una dimensión táctil e interactiva, convirtiendo cada pase en un juego entre la sorpresa y la curiosidad.
El menú: un diálogo entre el color y el sabor

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
El menú, de un precio único de 270 €, maridaje incluido o 190 euros sin maridaje, es un viaje sensorial que responde a una pregunta tan abstracta como sugerente: ¿a qué saben los colores? Cada uno de los ocho pases es una reinterpretación cromática en forma de sabor, textura y aroma, en la que los ingredientes no solo se combinan para deleitar el paladar, sino para evocar emociones y despertar asociaciones inesperadas.
Sin desvelar demasiado —porque el factor sorpresa es parte esencial del conjunto— podemos adelantar algunos aspectos. El banquete comienza con texturas cremosas y untuosas, donde los hongos aportan profundidad y matices frescos y ligeros. Los vegetales tienen un papel destacado, con protagonistas como la alcachofa, el brócoli o los espárragos, tratados con precisión. No falta un plato de arroz, en el que cada grano encierra un sabor sensacional, perfectamente equilibrado. También hay espacio para preparaciones donde la patata y el huevo se combinan en una elaboración reconfortante, de esas que invitan a repetir. Y para quienes buscan el placer de la carne, el menú ofrece un producto de altísima calidad, cocinado en su punto exacto para resaltar su jugosidad y potencia gustativa. El cierre es tan envolvente como el resto del viaje: un postre de chocolate que juega con las texturas y matices más golosos para poner el broche final.

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
El maridaje es mucho más que un simple acompañamiento: es un protagonista en sí mismo, una pieza clave en esta sinfonía sensorial. Cada bebida ha sido seleccionada con precisión para potenciar y contrastar los sabores del menú, creando armonías sorprendentes en el paladar. Desde el refinado Champagne, responsable de abrir camino con su elegancia burbujeante, hasta los chardonnays con notas frutales y envolventes, pasando por vinos chispeantes evocadores del frescor del sur y otros más secos con estructura y carácter. También hay espacio para los tintos potentes y expresivos, que elevan el nivel de intensidad en ciertos pases, y para los espumosos, capaces de refrescar y limpiar el paladar con sutileza. Mención aparte merecen los cócteles, para reforzar la dimensión cromática con combinaciones líquidas que sorprenden tanto en sabor como en presentación. Todo ello, explicado con maestría por el equipo de sala, cicerones en este viaje de asociaciones sensoriales, haciendo de cada sorbo un descubrimiento y una confirmación de que, aquí, todo está pensado para estimular todos los sentidos.
En Sinestesia, la cena no se limita a la mesa: es una conversación constante entre el comensal y su entorno, un desafío a lo que creemos conocer sobre el sabor, el color y la emoción. Éste degusta, siente, descubre y explora las fronteras entre gastronomía, arte y tecnología. Es un espacio donde lo inesperado se convierte en norma y donde cada plato es una pieza de un rompecabezas sensorial que solo cobra sentido cuando se vive en primera persona. Quienes busquen simplemente una buena comida quizá no comprendan el concepto en su totalidad, pero quienes estén dispuestos a abrir la mente se encontrarán con una experiencia que deja huella mucho más allá del último bocado.

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
