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Estilo de Vida

La Giralda: tradición y sabor andaluz que conquistan Madrid

Un espacio donde la esencia y el sabor de Andalucía se mantienen vivos gracias a una propuesta que combina identidad, calidad y un ambiente lleno de carácter y calidez

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Alberto Sanz Blanco

Periodista, analista y crítico cultural




Tiempo de lectura: 6 min

Publicado




Estilo de Vida

La Giralda: tradición y sabor andaluz que conquistan Madrid

Un espacio donde la esencia y el sabor de Andalucía se mantienen vivos gracias a una propuesta que combina identidad, calidad y un ambiente lleno de carácter y calidez

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Ubicado en pleno Barrio de Salamanca, en la castiza calle Claudio Coello, este restaurante lleva más de tres décadas erigiéndose como uno de los grandes embajadores de esta cocina en Madrid. Fundado por Carmelo Espinosa, un almeriense que cambió el capote por la bandeja, y una madrileña Mª Luisa Arias, este templo gastronómico ha sabido preservar el alma del sur en cada rincón, con una propuesta que va mucho más allá de la nostalgia: La Giralda no es solo un restaurante, es un homenaje vivo y sabroso a Andalucía, donde el legado, el buen producto y el alma taurina se funden para brindar una experiencia tan auténtica como reconocible.

Ambiente y tradición: la esencia que envuelve cada detalle y cada plato

Cazón de adobo (Imagen: Alberto Sanz Blanco)



Antes de adentrarnos en la propuesta gastronómica, vale la pena detenerse en el ambiente, un espacio que no solo se saborea, también se siente y se observa. El restaurante se presenta como una genuina taberna andaluza, con una cuidada estética que nos transporta directamente a las raíces sureñas. La decoración, de aire granadino y alma andalusí, conjuga techos mudéjares, celosías de madera, azulejos, plantas naturales y detalles de forja que evocan patios encalados y callejones floridos. En las paredes cuelgan escenas de la Semana Santa y del mundo taurino, dos expresiones profundamente vinculadas al imaginario cultural que ha marcado el camino de su fundador, Carmelo Espinosa. El local, amplio y acogedor, se distribuye en dos plantas y cuenta con una barra animada para el picoteo más informal, así como diferentes espacios que invitan a una comida reposada y llena de sabor.



La propuesta culinaria, al frente de la cual se encuentra Francisco Espinosa, hijo del fundador, rinde homenaje a la cocina andaluza con una fidelidad que solo permite la herencia familiar. No es tarea fácil trasladar platos populares a otro contexto sin que pierdan su carácter, pero aquí lo consiguen gracias al conocimiento, el respeto por el producto y un tratamiento impecable. La gastronomía del sur, tan influyente dentro del recetario español, brilla en una carta que apuesta por lo auténtico: chacinas, guisos, frituras, mariscos o arroces, elaborados con mimo y sin artificios. A ello se suma una atención cercana y amable que redondea la experiencia, desde María, que nos recibió con una sonrisa y nos acompañó hasta la mesa, hasta Paco, siempre atento, cordial y conocedor de cada detalle de la carta.

Clásicos para abrir boca, una carta que invita a compartir

Tortillita de camarones (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

En el apartado de entrantes, este rincón apuesta por una selección clásica y bien ejecutada, donde la variedad y la sencillez marcan el tono. Las croquetas merecen una mención destacada: cremosas, delicadas y con un rebozado impecable, representan esa cocina de memoria bien entendida que reconforta desde el primer bocado. Las anchoas de Santoña en salazón o la mojama de atún, acompañadas de almendras, conectan con esa tierra marinera de sabor intenso y directo. Para quienes prefieren opciones más frescas, pueden decantarse por ensaladas variadas —como la de pimientos asados o la de tomate con ventresca y cebolla— y unos espárragos blancos que permiten disfrutar sin distracciones. También se cuelan, entre los clásicos, sopas frías y calientes que completan la oferta con el mismo espíritu: desde el salmorejo cordobés, hasta la reconfortante sopa de picadillo o una marinera que anticipa lo que vendrá del mar.

Dentro de los platos para compartir, destacan varias propuestas que combinan sencillez y sabor, pero hay una que merece especial atención: los Huevos Rotos “Carmelo”. La combinación de patatas paja finísimas, crujientes y doradas con un jamón ibérico de gran calidad crea un lecho crujiente sobre el que la yema se abre paso con descaro. Un plato generoso, sabroso y bien terminado. También sobresalen las habitas tiernas al estilo Sacromonte, salteadas con ajillo, y la parrillada de verduras frescas, ideal para aligerar la mesa sin renunciar al sabor. En el apartado de embutidos, el jamón ibérico de bellota y el queso curado en aceite hablan por sí solos, mientras que el variado de la casa permite probar una cuidada selección que remite al tapeo más clásico.

Huevos roto Carmelo (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Del mar a la tierra, respeto por el origen y el buen producto

El mar también tiene su espacio protagonista con una sección dedicada a los pescados haciendo honor a la riqueza del recetario andaluz y la importancia del producto en su estado más puro. Disponen desde clásicos como la merluza de pincho, al horno con bilbaína o a la romana, hasta propuestas más modernas como el lomo alto de atún rojo con reducción de soja o el tartar de atún. También cuentan con lubina a la sal para dos, lenguado de estero y chipirones de anzuelo con refrito. Por otra parte, el arroz se convierte en un plato para compartir y disfrutar sin prisas. La carta ofrece una variedad de opciones caldosas, con combinaciones del mar y la tierra como el arroz con bogavante, el marinero pelado o el de gamba roja con chipirones. Destaca también el arroz caldoso con rabo de toro, que fusiona dos señas de la casa.

La oferta cárnica mantiene el mismo tono clásico y respetuoso que el resto de la carta, con cortes nobles y preparaciones que apelan al recetario clásico. Entre todas, vuelve a sobresalir el rabo de toro a la cordobesa, un plato profundamente ligado a la cultura gastronómica local y que aquí se presenta con una carne que se deshace con solo mirarla, melosa y tierna, bañada en un fondo sabroso y bien concentrado. Su presencia no es casual en un restaurante que rinde un tributo desde lo culinario y lo estético y refuerza ese vínculo con el mundo taurino que también se respira en el ambiente. Completan la sección opciones como el entrecot y el solomillo de vaca madurada —también disponible en tacos al ajillo—, un steak tartar y unas chuletillas de lechal que permiten cerrar el recorrido con carnes de calidad y preparaciones reconocibles.

Rabo de toro a la cordobesa (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Frituras con alma que guardan el espíritu de la freiduría en cada bocado

He querido dejar para el final otro aspecto fundamental cuando hablamos de gastronomía andaluza: la fritura, emblema indiscutible de sus freidurías. Esta herencia se honra con una sección dedicada al “pescaito” frito, donde la técnica y el producto se combinan a la perfección. Destacan especialmente el cazón en adobo, un bocado emblemático, marinado con esmero y envuelto en un rebozado crujiente y ligero. No pueden faltar las tortillitas de camarones, que llaman la atención por su tamaño generoso, fritura impecable y contundencia en cada bocado. Junto a ellas, clásicos como los boquerones, las pijotas y los calamares de potera, así como opciones más sustanciosas como los tacos de merluza a la romana o las colas de gambas fritas. Para los que buscan variedad, el “variado de pescadito Giralda” ofrece una selección equilibrada y generosa que resume esta tradición culinaria.

Hablando de finales, siempre merece la pena dejar espacio para los postres, todos caseros y cuidados con esmero. Destacan las milhojas de queso con salsa de arándanos, de masa ligera y sabor intenso, y los piononos de Santa Fe, en su versión más auténtica. También ofrecen tarta fina de manzana con helado de turrón, tocino de cielo, arroz con leche casero y tarta de queso con confitura de moras, postres que cierran la comida con honestidad y sabor. La bodega cuenta con una selección de vinos que va desde tintos clásicos de Rioja, Ribera del Duero y Madrid, hasta blancos como albariños y referencias de Rueda y Somontano, además de vinos generosos del Marco de Jerez, cavas, champagnes y rosados, formando una oferta líquida equilibrada que acompaña bien cada plato.

Nuestra tarta de queso con confitura de moras (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

La Giralda es un punto de encuentro en Madrid para quienes buscan la esencia de la gastronomía andaluza. Su propuesta, basada en la tradición familiar y en productos de calidad, se refleja tanto en su cocina como en un ambiente que evoca con respeto y autenticidad el sur de España. Más que un simple restaurante, invita a una experiencia que combina sabores reconocibles con una atención cercana y un espacio cuidado, consolidándose como un referente imprescindible para los amantes de esta cocina.

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