Por qué reducir la jornada laboral en España puede ser un grave error
España no está preparada para llevar a cabo esta reforma por su bajo nivel de productividad

(Imagen: E&J)
Por qué reducir la jornada laboral en España puede ser un grave error
España no está preparada para llevar a cabo esta reforma por su bajo nivel de productividad

(Imagen: E&J)
La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha aplazado la votación de las enmiendas a la totalidad a su proyecto estrella, la reducción de jornada a 37,5 horas, hasta después del verano. Esto se ha producido por la negativa de Junts a darle su apoyo. En septiembre los partidos políticos tendrán en sus manos que la norma se apruebe o vuelva a la negociación colectiva.
De aprobarse esta norma España se situaría en la segunda posición entre los países europeos en los que se trabaja menos horas y donde la productividad laboral está entre las más bajas.
Hay que decirlo bien claro, España no está preparada para llevar a cabo esta reforma por su bajo nivel de productividad. Lo que está sucediendo en Francia, nos debería servir de ejemplo. En su día redujo la jornada laboral y ahora, ante los efectos negativos, el Gobierno ha presentado un plan para eliminar días festivos.
La propuesta de la vicepresidenta es una temeridad que tendría graves consecuencias económicas para nuestro país, especialmente para las pequeñas y medianas empresas.
La mayoría de nuestro tejido empresarial que está formado por micro y pequeñas empresas opera con una rentabilidad normalmente baja y sin capacidad de absorber nuevas cargas sin comprometer su viabilidad. Empresas con una baja productividad y escasa capacidad de inversión. Hablamos de miles de empresas que sobreviven, pero no crecen, y la rentabilidad es una condición básica para sostener el empleo, la inversión y la cohesión social. Exigir más sin reconocer esta realidad es condenar al tejido productivo a una lenta agonía.
Reducir la jornada laboral suena bien: mejorar la salud mental, más tiempo libre, mejor conciliación, menos estrés, mejorar la productividad. Pero ¿y si esa medida tan popular termina teniendo graves consecuencias económicas para España?
Una economía que no se lo puede permitir (de momento)
España no parte de una situación envidiable, pues sigue teniendo una de las tasas de paro más altas de Europa. Más del 11% de la población activa está desempleada. Las empresas —sobre todo las pequeñas y medianas, que forman el 99,8% del tejido empresarial— ya operan con márgenes ajustados.
Imponer una jornada más corta sin ajustar salarios equivale, en la práctica, a subir el coste por hora trabajada. ¿Resultado? Riesgo real de despidos, menos contrataciones o incluso cierres de negocios.

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El mantra de la productividad
Los defensores de reducir la jornada aseguran que trabajar menos mejora la productividad. ¿Es cierto? En parte. Algunos estudios y pruebas piloto en Islandia, Reino Unido o Japón apuntan en esa dirección. Pero cuidado: son países con niveles de productividad mucho más altos que España, y contextos laborales muy distintos.
España arrastra desde hace décadas un problema estructural de baja productividad. Reducir las horas trabajadas sin atacar las causas de esa baja productividad equivale a poner un parche en lugar de curar la herida.
Además, los sectores con mayor peso en el empleo, como la hostelería, el comercio o la construcción, dependen intensamente del trabajo presencial y de horarios amplios. En estos sectores, la reducción de jornada no se traduce automáticamente en más eficiencia, sino en necesidad de más mano de obra para cubrir los mismos turnos, lo que supone más costes para las empresas o una reducción del servicio al cliente.
Empleo en peligro: menos horas no es más trabajo
Uno de los grandes argumentos a favor es que “menos horas repartirá mejor el empleo”. Pero el mercado no funciona así. Si las empresas ven incrementado su coste laboral sin mayor rendimiento, ajustarán sus plantillas. Más paro, no menos.
Además, en plena competencia global, subir los costes sin subir la productividad es abrir la puerta a que empresas se vayan a otros países. Y las que se queden, podrían acabar subiendo precios… o bajando calidad.
Conciliación sí, pero no a cualquier precio
Claro que queremos mejor salud mental, menos estrés y más tiempo para vivir. Pero eso no se logra solo con recortes de jornada. Si el trabajo se acumula y se exige más en menos tiempo, el estrés puede aumentar. Y si el coste se traslada a los precios, el poder adquisitivo se reduce. Resultado: trabajas menos pero vives igual o peor.

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Lo que sí necesita el mercado laboral
No se trata de negarse al cambio. Lo que necesita el mercado laboral español es una reforma estructural con sentido:
- Formación profesional y continua adaptada a la realidad tecnológica.
- Digitalización real en pymes.
- Menos temporalidad y más flexibilidad pactada.
- Fomento del teletrabajo donde sea viable.
Reducir la jornada laboral en España puede ser una parte de esa transformación, pero no el punto de partida. Hacerlo sin preparar el terreno y sin un plan sólido para aumentar la productividad, proteger el empleo y mantener la competitividad no es una medida progresista: es una apuesta suicida. A corto plazo suena bien, pero a largo plazo puede salir muy caro.
