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Turismo de catástrofes: cuando la tragedia se rentabiliza

El turismo de catástrofes puede definirse como la práctica de visitar lugares en los que ha ocurrido algún desastre, ya sea natural o humano

Erupción volcánica (Foto: Freepik)

María Fernández Abanades

Redactora de E&J




Tiempo de lectura: 4 min



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Turismo de catástrofes: cuando la tragedia se rentabiliza

El turismo de catástrofes puede definirse como la práctica de visitar lugares en los que ha ocurrido algún desastre, ya sea natural o humano

Erupción volcánica (Foto: Freepik)



Dicen que la vida es un viaje y que quien viaja vive dos veces. Una de las principales razones para explorar otros lugares es descubrir su cultura e historia… y sobre la historia… de ella se dice que no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible.

La lista de penurias que puede sufrir un lugar es innumerable: terremotos, erupciones volcánicas, bombas nucleares, guerras, genocidios… La industria del turismo ha descubierto en la última década el potencial de los lugares marcados por la desgracia, que cada vez suscitan más interés entre la gente.



Los defensores del “turismo macabro” lo consideran una variante del turismo histórico. Hartos de playas de arena fina y de colas infinitas para entrar a museos, buscan experimentar con cosas nuevas. En una época en la que todos los lugares turísticos del mundo están más que explotados, no resulta tan extraño que haya quien se esfuerce por encontrar algo que consiga darle un vuelco al corazón.

El turismo de catástrofes también tiene sus detractores. Las críticas le llovieron a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, cuando calificó la erupción de la Palma de reclamo turístico. Detrás de toda hecatombe hay pequeños dramas individuales que es fácil olvidar y es precisamente eso, la frivolización de la desgracia, lo que para algunos supone un conflicto ético.



«La lista de penurias que puede sufrir un lugar es innumerable: terremotos, erupciones volcánicas, bombas nucleares, guerras, genocidios…» (Foto: E&J)



Chernobyl: la mayor catástrofe nuclear de la historia

Ya sea por morbo o por ganas de adentrarse en lo más oscuro de la historia de la humanidad, a Chernobyl llegan autobuses sin un asiento libre, como los que fleta el imserso para que los jubilados pasen unos días en Benidorm. El 27 de abril de 1986 un accidente nuclear puso a esta región ucraniana en el mapa. Ahora, los lugares cercanos a la catástrofe tienen una apariencia fantasmal. Teatros, guarderías, parques de atracciones o cines abandonados se han convertido en una atractivo para los visitantes.

«A Chernobyl llegan autobuses sin un asiento libre» (Foto: E&J)

El insumergible

De mucho más difícil acceso es el lugar donde naufragó en 1912 el trasatlántico más famoso de la historia. En un punto del Atlántico Norte, a 650 kilómetros de la isla canadiense de Terranova, el Titanic se hundió para siempre con miles de vida a bordo. Desde 2019, la compañía Ocean Gate ofrece experiencias de 8 días en las que los visitantes descienden en un sumergible hasta el lugar donde se encuentran los restos del “buque de los sueños”. Todo después de haber desembolsado 105.129 dólares, unos 92,000 euros. El precio puede resultar algo aleatorio, pero es, de hecho, el equivalente (inflación incluida) de lo que costó el pasaje en primera clase a bordo del barco (4.350 dólares entonces).

Vestigios del horror nazi

Aunque ya forman parte de cualquier viaje corriente a Alemania o Polonia, las visitas a los campos de concentración nazis son un claro ejemplo de turismo de catástrofes. Más de dos millones de personas acuden cada año al campo de concentración más famoso del nacismo, el de Auschwitz-Birkenau. La casa de Ana Frank, en Ámsterdam, tampoco se queda atrás: recibe anualmente a más de un millón de turistas.

Entrada del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau (Foto: Wikipedia)

Recuerdo al 11-S

También es obligada la visita a la “Zona Cero” en Nueva York, el espacio donde se ubicaban las Torres Gemelas antes de ser destruidas en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Según reza la descripción de una página de viajes: “La Zona Cero ya no es un lugar de terror y desgracia, sino un lugar conmemorativo en el que recordar a quienes ya no están. Donde antes estaban las Torres Gemelas, hoy están el National 9/11 Memorial y el One World Trade Center”.

Guerras contemporáneas

Los conflictos bélicos han demostrado ser un atractivo para aquellos que buscan este tipo de turismo. En Sarajevo existe un tour para conocer los lugares más sobrecogedores de la Guerra de Bosnia, que tuvo lugar entre 1992 y 1996 y que dejó en la capital numerosas cicatrices que los habitantes recuerdan con diversos monumentos y símbolos.

Otra guerra relativamente reciente, la de Vietnam, se ha convertido en fuente de inspiración de numerosos guiones de películas. De ahí el éxito de los recorridos que se organizan por los túneles de Cu Chi, donde se refugiaban los soldados vietnamitas de sus atacantes americanos.

La fuerza de la naturaleza

Para terminar, no podemos dejar de mencionar el turismo de volcanes. Uno de los destinos destacados de un viaje a Italia, concretamente a Nápoles, es la visita a Pompeya, la ciudad arrasada por el volcán Vesubio. Allí pueden observarse los restos de la civilización que se perdió en la lava.

Aquí en España, a pesar de las críticas a la ministra, en internet proliferan las ofertas para visitar el volcán de La Palma: “visitar el volcán de la Palma puede ser una forma de contribuir a que la economía de la isla no se detenga y ser testigos de la historia”, dice una de estas webs.

Como se ve, hay viajes para todos los gustos. Sin embargo, frente al turismo de catástrofes siempre habrá quien siga prefiriendo las vacaciones de sol, playa y chiringuito, donde parece imposible pensar que la humanidad haya tenido que hacerles frente a tantas desgracias.

Pedro Sánchez, visitando la isla de La Palma tras la catástrofe (Foto: Moncloa)

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