La esperada ley de la ínclita ministra de Igualdad ya tiene un tiempo prudencial de vida, suficiente para lograr la desaprobación común; bastante predecible en un país cuyo divertimiento típico es mofarse del que ha metido la pata hasta el fondo, con gozo al saber que ese alguien no es uno. A esta ley, desastrosamente […]