¿Y si salimos corriendo?
¿Y si salimos corriendo?
(Imagen: E&J)
Eduardo de joven quiso ser Juez. Tenía una inmensa vocación. Cuando le preguntaban por qué quería asumir una responsabilidad tan grande, contestaba que no sabia muy bien, simplemente lo deseaba intensamente. En busca del objetivo estudió con ilusión un montón de años, haciendo de la oposición su modo de vida y un auténtico –estado civil– . A pesar del esfuerzo y la dedicación no lo consiguió. Quería ser un buen juez, hacer su trabajo en el Juzgado y –hablar– únicamente a través de sus resoluciones. Es posible que la Justicia no se haya perdido nada, eso no se sabe y nunca se sabrá, pero hoy asiste incrédulo al estado de la misma y con cierta nostalgia de cómo imaginaba él que tenia que sería el ejercicio de la Magistratura.
Aun aceptando que en esta vida no hay nada perfecto, y que siempre hay cosas mejorables (no hay nadie más equivocado que el que cree que no se equivoca nunca), hay que reconocer que el espectáculo que en los últimos tiempos está dando una parte de nuestra Justicia es lamentable. Sin entrar en consideraciones de otra índole, lo cierto es que, por un lado, las divergencias entre unos y otros en cuanto a inhibiciones que, según un determinado sector, no se producen pero debieran producirse, y según otros, no tienen el por qué darse al estar clara la competencias de quien la ha asumido finalmente; de otra parte, las elecciones al CGPJ previa propuesta de candidatos, (¿por qué tienen los políticos que intervenir en la designación de los miembros del órgano de gobierno del Poder Judicial?); y para rematar, las reinterpretaciones un tanto –sui generis– de algunas leyes penales y procesales, muestra un panorama muy poco gratificante. Me cuentan que lo peor es que la desconfianza y el desánimo se deja sentir no solo entre los ciudadanos que asisten perplejos a todos estos –vaivenes– , (a ver cómo les convencemos ahora de lo contrario), sino también entre los profesionales del Derecho.
Menos mal que en este estado de cosas, todavía hay quien se resiste a aceptar que esto no tiene remedio; podemos buscar consuelo en ese porcentaje elevadísimo de profesionales íntegros y competentes, independientes en su ejercicio diario que no tienen más guía que la ley y que, desde la sombra, son más eficaces que nadie. De momento, confiemos: por suerte, la imagen que se proyecta de la justicia en determinados ámbitos no es la de la justicia real. El tema hay que valorarlo en su medida aunque una cierta labor de autocrítica no viene nunca mal (por parte de todos). Lo mismo no tenemos que –salir corriendo– .¿O sí?
Directora
callejos@difusionjuridica.es
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