Decálogo para el dominio de la práctica procesal

Un aluvión de innovación planea sobre nuestra práctica como letrados: Legaltech, necesidad de expertos en compliance, softwares de modernización de despachos, adaptación de la profesión a la nueva era del teletrabajo, etc. Pero quizás la necesidad sobrevenida de adaptarse a nuevas fórmulas hace descuidar lo que sigue -y seguirá siendo- la habilidad troncal en la abogacía: el dominio de la práctica procesal.

En base a lo anterior, podemos destacar las siguientes habilidades en el ejercicio de la abogacía, que constituyen el fuste en el ejercicio de su profesión, y que harán del letrado/a un profesional resolutivo y altamente cualificado.

Habilidades esenciales para la práctica procesal y el ejercicio de la abogacía

1. Disponer de la capacidad suficiente para obtener y seleccionar la información y las fuentes principales para elaborar estrategias en el procedimiento, de cara al propio caso y al asesoramiento del cliente.
2. Tener la capacidad de elaborar e identificar los escritos procesales.
3. Conocimiento exhaustivo de los procedimientos, sobre todo los del orden jurisdiccional en el que se encuadra nuestra actividad.
4. Herramientas para poder planificar la presentación de escritos y ordenar la actividad para evitar imprevistos (olvidos de plazo, envío erróneo de documentos, etc.).
5. Conocimiento periférico de las decisiones a adoptar, teniendo la capacidad de prever cuáles serán las idóneas al objeto de lograr el éxito en el caso.
6. Capacidad de contingencia, es decir, disponer de habilidades para aplicar los conocimientos académicos al caso y, en paralelo, disponer de la proactividad suficiente para actualizar el conocimiento de partida a raíz de cambios legislativos y modificaciones sustanciales de la materia.
7. Capacidad comunicativa -oral y escrita- que, aunque a priori se descuadre de lo netamente procesal, puede suponer una herramienta poderosa de cara a potenciar el hilo argumental, que reforzará el relato defendido y determinará el éxito o fracaso del caso.
8. Conocimiento exhaustivo de la prueba pericial adaptada a cada tipo de procedimiento.
9. Conocer los derechos de los clientes encuadrándolos en los distintos sistemas de tutela jurisdiccional, nacionales e internacionales.
10. Destreza para saber identificar los requerimientos judiciales y sistematizar métodos de actuación -sencillos, rápidos y eficaces- ante ellos.

Quizás lo contenido en este decálogo no tenga la atracción que produce lo mediático, pero sin duda manejar estas habilidades son el motor para que el abogado logre el éxito profesional. La duda que nos asiste es la de si estas cualidades pueden llegar a ser adquiridas a través de una formación correcta.

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