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La firma

Historia de los derechos de las mujeres: un conflicto constante

"El nacimiento del 8-M tiene un origen discutido"

(Foto: E&J)

Beatriz Sestayo Doce

Abogada y Técnica de Igualdad.




Tiempo de lectura: 7 min



La firma

Historia de los derechos de las mujeres: un conflicto constante

"El nacimiento del 8-M tiene un origen discutido"

(Foto: E&J)



I. INTRODUCCIÓN: 8M

La historia de los derechos de la mujer es un camino sembrado de obstáculos; en efecto, podría decirse que cada una de las conquistas reconocidas ha sido antes discutida y cuestionada en una negación insostenible del derecho a la igualdad para quienes hemos representado más de la mitad de la población. De hecho, hasta el nacimiento del 8 M tiene un origen discutido. Tan es así que hasta el origen del 8M puede obedecer a varias fuentes, siendo el más común el que referencia la partida el 8 de marzo de 1857, en Nueva York, cuando cientos de trabajadoras, las “garment workers” de una fábrica se manifestaban en reivindicación de iguales condiciones salariales que sus compañeros. La brutal respuesta policial acabó con la vida de 120 mujeres. Pero se puede hablar también de 1848, se puede hablar del incendio en la fábrica Triangle en la que fallecieron 146 mujeres; se puede hablar en especial, de la II Conferencia de Mujeres Socialistas en Copenhage que aprobó oficialmente el día de la mujer en marzo, con el apoyo de la propuesta de Clara Zetkin, que fue aprobada por unanimidad en una asamblea de más de un centenar de mujeres de muy diferentes países.



En cualquier caso, el 8M está vinculado a la rebelión de las mujeres contra situaciones de sumisión y de injusticia, y cada año, dentro del lema escogido para la ocasión se lanza un titular de reivindicación, de justicia y de igualdad en casi todo el Planeta.

II. BREVE HISTORIA DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES HASTA LA SITUACIÓN ACTUAL

Se puede afirmar taxativamente que la historia evidencia un castigo a la mujer en cualquier época y en casi cualquier religión. Desde el castigo de Eva, la manzana y su pecado hasta la extensión de todas las religiones monoteístas que fortalecen un patriarcado en el que el papel de la mujer, relegado a lo privado y doméstico “como buena esposa y buena madre” ha estado una y otra vez supeditado al de los hombres. El mayor o menor ámbito de derechos y libertad del que gozaban las mujeres en las distintas civilizaciones de la Antigüedad aparecían supeditadas a la autoridad del hombre, fuera padre, esposo o hermano. La situación de la mujer se basaba en la fidelidad al marido y en una fecunda descendencia; su ausencia, y sólo de forma unilateral, causaba su expulsión o incluso su muerte (por ejemplo, la lapidación de las mujeres adúlteras, que no del adúltero que sólo merecía castigo si yacía con mujer casada “propiedad” de otro hombre. Muy pocas excepciones existían en las antiguas culturas de mujeres en el ámbito público, como Hiparquia o como Hipatia de Alejandría quien, no obstante, pagó con una tortura y muerte brutal su desafío convirtiéndose en una mujer culta y dedicada a la ciencia. Había en este contexto pocas mujeres filósofas y las que hubo, como en otros campos del arte y la ciencia, fueron invisibilizadas por sociedades que les hacían pagar su descaro. Así afirmaba Umberto Eco que “no es que no haya habido mujeres filósofas, sino que los filósofos han preferido olvidarlas”. En Roma la historia de la mujer se inicia supeditada al pater familiae con la Ley de las Doce Tablas si bien evolucionó su papel logrando a aspirar a algunas esferas de autonomía.



«La situación de la mujer se basaba en la fidelidad al marido y en una fecunda descendencia». (Foto: E&J)



«Si cada uno de nosotros, señores, hubiese mantenido la autoridad y los derechos del marido en el interior de su propia casa, no hubiéramos llegado a este punto. Ahora, henos aquí: la prepotencia femenina, tras haber anulado nuestra libertad de acción en familia, nos la está destruyendo también en el Foro. Recordar lo que nos costaba sujetar a las mujeres y frenar sus licencias, cuando las leyes nos permitían hacerlo. E imaginad qué sucederá de ahora en adelante, si esas leyes son revocadas y las mujeres quedan puestas, hasta legalmente, en pie de igualdad con nosotros. Vosotros conocéis a las mujeres: hacedlas vuestros iguales. Al final veremos esto: los hombres de todo el mundo, que en todo el mundo gobiernan a las mujeres, están gobernados por los únicos hombres que se dejan gobernar por las mujeres: los romanos.» (con ocasión de la oposición de las mujeres a la Ley Opia).
Intervención en el Senado de Marco Porcio Catón, recogida por Tito Livio
Indro Montanelli. Historia de Roma. Plaza & Janés. Barcelona, 1961

La difusión del Cristianismo y del Islam mantuvo la supeditación de la mujer al marido con continuas referencias en los textos sagrados, situación que se mantuvo en el feudalismo y hasta el despertar en el Siglo XVIII.

No obstante, hay que citar, al menos, dos nombres en la primera Ola del Feminismo: Olimpia de Gouges y Mary Wollstonecraft. Una inequívoca señal incluso silenciada hasta nuestros tiempos es que la revolucionaria Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 no incluía a la Mujer, por lo que Olimpia publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. En 1792, la escritora inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797) publicó la Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde vindica el acceso de la mujer a la educación como instrumento para salir de la oscuridad. La explosión del Feminismo se vuelca en su “Segunda Ola” con las sufragistas, esto es, en la lucha por el sufragio femenino. En los Estados Unidos, sus principales líderes fueron Susan B. AnthonyLucy StoneElisabeth Cady Stanton (una de las promotoras de la Declaración de Séneca Falls), encuadradas desde 1890 en la «Asociación Nacional Americana por el Sufragio de la Mujer», aunque su esfuerzo no cuajó hasta 1920 año en el que fue reconocido el derecho al voto de la mujer.

En Inglaterra, John Stuart Mill publicó El Sometimiento de la Mujer en 1869. Tres años antes había presentado al Parlamento inglés una demanda a favor del voto femenino que, al ser rechazada, provocó que en 1867 naciera el primer grupo sufragista británico: la «Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer». Stuart Mill manifestaba su convicción de que la supeditación legal de un sexo a otro era un error y uno de los obstáculos más importantes para el progreso humano. (John Stuart Mill. El sometimiento de la mujer).

El derecho femenino al sufragio se fue alcanzando lentamente a lo largo del siglo siguiente. Nueva Zelanda lo consiguió en 1893, Australia en 1901, Finlandia en 1906, Noruega en 1907, Dinamarca  e Islandia en 1915. En España se consiguió en 1931. En los países árabes la adopción del sufragio femenino todavía fue más lenta, sin que se haya consumado totalmente (en Arabia Saudí todavía en 2011).

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en una época en la que las condiciones laborales en los complejos industriales eran muy precarias, con una gran presencia de mujeres y niños en las fábricas a causa de la gran demanda de mano de obra y de sus menores sueldos, en el marco de las reivindicaciones laborales del proletariado las mujeres adquieren progresivamente un mayor protagonismo. En este contexto se suceden los acontecimientos de lucha y represión que cristalizan en el 8M.

Tras la Segunda Guerra Mundial y con el inició en de las actividades de las Naciones Unidas, en 1952 se aprobó la Convención sobre los derechos políticos de la mujer, que supone la proclamación inequívoca del derecho al sufragio activo y pasivo de las mujeres en todos los ámbitos, así como el derecho a ocupar espacios públicos. La ONU es una fuente constante de textos internacionales a favor de los derechos de la Mujer enormemente transcendentes, destacando la Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer (1967); la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (1979); o la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (1993).

III. SITUACIÓN EN ESPAÑA

La evolución de la conquista de los derechos de la mujer en nuestro país es similar a la que acontece en nuestro entorno occidental, con la singularidad de los años oscuros que supone la supresión de derechos y libertades en la Dictadura, que supone además un nuevo retroceso de los derechos de la mujer.

En España en el siglo XIX había pocos referentes feministas, teniendo que esperar a Emilia Pardo Bazán, o Maria Aurelia Capmany. En todo caso, y como señala Anna Caballé, el feminismo no estaba bien visto en España, donde se relacionaba con algo “machirulo o radical”, ideas que lamentablemente han llegado hasta nuestros días. Frente a avances en Occidente donde las mujeres iban conquistando parcelas de poder, en España las mujeres sólo votaban el 19 de noviembre de 1933, tras el derecho conseguido por Clara Campoamor para todas las mujeres tras duros debates y ajustado resultado en las Cortes Españolas y en 1936, quedando anulado de nuevo con la supresión de la República.

Clara Campoamor. (Foto: Archivo)

En España se puede constatar como cada una de las leyes que suponían un avance para los derechos de las mujeres eran discutidas: el sufragio femenino, pero también el derecho al aborto (con un debate paralizado en el Tribunal Constitucional aún muy recientemente desbloqueado y la reciente Ley 1/2023 ya publicada), o la Ley 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas Integrales contra la Violencia de Género con lo que tanto se ha discutido en sus consecuencias como el tipo específico de la violencia de género, discusión insólita ante las terribles cifras de asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas (1193 mujeres asesinadas desde 2003, que comienzan las estadísticas). También despertó polémica la Ley de Igualdad, la paridad y la obligación de reservar espacios de poder público a las mujeres o por citar recientemente las batallas con la Ley 10/22, Integral de Garantías de la Libertad Sexual o el debate sobre la prostitución.

IV. CONCLUSIONES

  1. Es evidente que la lucha de los derechos de la mujer ha sido la evolución de una conquista plagada de obstáculos y represión, y donde cada paso tanto en el ámbito legislativo como ejecutivo ha sido inmensamente debatido y cuestionado
  2. En nuestro país la lucha de la mujer, aunque han aparecido figuras del feminismo con vindicaciones similares a las de Occidente, experimentó cierto retraso y una tremenda oposición desde los poderes del Patriarcado y la Política, así como una enorme dificultad de vencer los prejuicios y estereotipos sociales tan inculcados en diversas generaciones.
  3. La legislación en España para el reconocimiento de los derechos de las mujeres no han estado exentos de esos obstáculos incluso en la actualidad, existiendo incluso oposición al normal desarrollo de la obligación de reservar espacios de representación y ejercicio que salvaguarden la igualdad de oportunidades de la mitad de la población. Una lucha terrible, vigente y con retos aún pendientes es la de la lucha contra la violencia de género que elimine la desigualdad estructural que todavía causa asesinatos de mujeres, sus hijas e hijos (violencia vicaria)
  4. El reconocimiento de la lucha de tantas y tantas mujeres cuyos sacrificios posibilitaron la situación actual, así como los retos pendientes para la igualdad efectiva en la sociedad actual y de futuro hacen que el 8M siga más vigente que nunca.
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