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La firma

La Nada: entre la negación del ser y la imposibilidad de afirmarla

"La Nada ha sido a menudo motor de especulación filosófica"

(Foto: E&J)

Pedro Tuset del Pino

Magistrado-Juez de lo Social de Barcelona.




Tiempo de lectura: 9 min



La firma

La Nada: entre la negación del ser y la imposibilidad de afirmarla

"La Nada ha sido a menudo motor de especulación filosófica"

(Foto: E&J)



Cuando tenía alrededor de 10 años, mis padres me regalaron una Biblia infantil en tres volúmenes que guardo como un pequeño tesoro entre los libros de mi biblioteca personal.

Me entregué con avidez a su lectura, propiciada por un texto de fácil comprensión acompañado de ilustraciones a todo color. Por vez primera pude plantearme, desde la particular visión de la religión católica, de qué manera se creó el mundo, en qué consistió la Génesis, el milagro de la creación de todo cuanto nos rodea, incluidos nosotros mismos.



Pero de manera singular, fue su primera página la que atrajo toda mi atención, al extremo de que aun habiendo transcurrido más de 50 años continúa viva aquella experiencia que me ha marcado trascendentalmente.

Aquella página en blanco no contenía más que un margen de color marrón y al pie de la misma la siguiente inscripción: “Al principio no existía NADA.



A pesar de mi corta edad, me cuestionaba el porqué de las cosas e intentaba encontrar una explicación. Sin embargo, no alcanzaba a asimilar cómo era posible que en un momento de nuestra historia simplemente no había nada, ni el Universo, ni las galaxias, ni las estrellas, ni los planetas. La Tierra tampoco existía. No había mares, montañas, ríos, lagos, cielo, nubes, animales, personas. Pero, ¿cómo podía ser posible?



Esta duda existencial me ha acompañado hasta nuestros días y cuando intento aun darle una respuesta racional fracaso en el intento, simplemente me supera, excede de mi capacidad de entendimiento. Ni desde una óptica religiosa, física o metafísica me veo capaz de poder darle respuesta.

Como siempre sucede con estos temas trascendentales hemos de acudir a los filósofos clásicos, sin desdeñar a los contemporáneos, para desde el conocimiento conjunto y crítico poder desvanecer, siquiera mínimamente, nuestra duda o, al menos, ayudarnos a formar nuestro propio criterio, sin ceder a la comodidad de que la mejor respuesta a la pregunta que podemos dar a si existe la Nada sea de que siempre hay algo, incluso en el espacio profundo, en palabras del cosmólogo Andrew Pontzen. Y es que, como pusiera de relieve Bergson, la idea de la Nada ha sido a menudo el motor invisible de la especulación filosófica.

La idea de la Nada ha sido a menudo el motor invisible de la especulación filosófica. (Foto: E&J)

Con todo, debemos esforzarnos en hallar una respuesta, lo más racional posible, que es lo que intentaré a lo largo de este comentario, aunque aventuro que cualquier explicación está sujeta a la crítica, al desconcierto, a la incertidumbre, la indiferencia o, en último extremo, al puro y directo rechazo.

Pero de eso se trata, de confrontar opiniones para llegar a un punto concreto, cualquiera que éste sea, coincida o no con nuestro inicial pensamiento, rechace o acepte nuestras tesis, ideas o moral. Sí, porque también la moral, nuestra particular ética, conforma nuestra personalidad, y acomoda, moldea, configura y matiza nuestro propio ser.

El ser, por naturaleza, es libre, no está naturalmente sujeto ni condicionado más que a los elementos externos que por diferentes circunstancias, siempre ajenas a nuestra voluntad, se imponen a nuestro propio albedrío. El conocimiento es siempre adquirido, por eso se suele afirmar que nadie nace enseñado, y esa aprehensión del saber se materializa de muy distintos modos, de suerte que cada persona es su propio universo, fruto de su propia experiencia cognitiva, de lo asimilado, de lo que interiorizado en nuestro propio ser y que nos hace únicos, intransferibles, lo que, en definitiva, nos hace personas, personas racionales que buscan respuestas a sus dudas.

Efectuado el anterior prolegómeno, a modo de introducción, la propia negación de la Nada lo supone del ser, de modo que negar la existencia es tanto como afirmar que no existimos, salvo que acudamos al encuentro de explicaciones que van más allá de lo razonable, esto es, fuera de lo estrictamente racional o, si se desea, científico. No debe por ello extrañarnos que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española defina la Nada, en su primera acepción, como la “Inexistencia total o carencia absoluta de todo ser”.

Acudiendo a otras posibles explicaciones hallamos el texto sagrado por excelencia, la Bibilia y, concretamente, su primer libro con el nombre de Bereshoit, palabra con la cual comienza en su original hebrero que en posterior traducción al griego (s. III a.C) lo denominó Génesis, pasando así al latín y al castellano, de modo que al referirse a la creación lo hace con estas palabras: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un casos enorme, sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas …”.

A partir de ese instante Dios, en tan solo siete días, ordenó que existiera la luz, una bóveda entre las aguas, que separara aguas de aguas, que se juntaran las aguas por debajo del cielo en un solo sitio, y que aparecieran los continentes, que verdeara la hierba engendrando semillas según su especie, y árboles que dieran fruto, que se separara el día de la noche, que volaran los pájaros sobre la tierra frente a la bóveda del cielo, creó los cetáceos y los vivientes que se deslizan, y los animales domésticos, reptiles y fieras, según sus especies. Hizo al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que dominaran los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles, distinguiendo entre varón y hembra con el mandato que crecieran y se multiplicaran y llenaran la tierra.

Nada se advierte, por el contrario, qué había antes de la creación divina. Para los teólogos la creación es fruto de la bondad absoluta de Dios. Aparece como omnipotencia creadora, cuya palabra va haciendo aparecer cuanto existe con la nota característica de que todo es “bueno”. En la creación todo obedece a un plan armónico y cada elemento cumple una función determinada.

En definitiva, se trata de un dogma de fe que descansa ciegamente en obedecer los designios de Dios, en someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por el creador. Profesión de fe que comienza por Dios, poque Dios es el Primero y el Último (1), el Principio y el Fin de todo, motivo por el cual el Credo comienza por Dios Padre, porque el Padre es la primera Persona Divina de la Santísima Trinidad, que da inicio con la creación del cielo y de la tierra, comienzo y fundamento de todas las obras de Dios y que da entrada a la secular oración “Creo en Dios, padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”.

Sin duda, el pensamiento cristiano sustituyó el principio según el cual de la Nada no adviene nada, por el principio según el cual de la nada adviene el ser creador. La concepción de que Dios ha creado el mundo de la nada transformó por entero las bases de la especulación filosófica ejerciendo una gran influencia en la filosofía moderna.

A partir de esta afirmación, no obstante, con el transcurso del tiempo se han enfrentado las tesis religiosas con las científicas, aunque la propia Iglesia ha querido confraternizar ambas posturas atendiendo a que si bien la fe desafía nuestra comprensión también puede adecuarse a la razón, entendida ésta como la aprehensión de la realidad en su conexión, algo que en modo alguno se reduce a la inteligencia. (2)

Isaac Newton. (Foto: Wikipedia)

Precisamente, los científicos han teorizado una y otra vez sobre la cuestión de Dios y la fe, de modo que, por ejemplo, Isaac Newton, el fundador de la física teórica, afirmó: La maravillosa organización y armonía del universo sólo puede haberse realizado de acuerdo con el plan de un ser omnisciente y todopoderoso. Éste es y seguirá siendo mi conocimiento último y supremo. O el italiano Guglielmo Marconi, premio Nobel al que debemos la telefonía sin hilos y, en consecuencia, la generación del teléfono móvil: Declaro con orgullo que soy creyente. Creo en el poder de la oración. Y no solo como católico creyente, sino también como científico. (3)

Tal vez debamos acudir a los filósofos clásicos para intentar conocer si hubo la Nada y su origen, con la finalidad de extraer alguna conclusión, desde el convencimiento elevado a causa, como afirmó Ortega y Gasset, de que la cortesía del filósofo es la claridad, extremando el esfuerzo de hacerse inteligible, hasta creer que, porque lo ha entendido sin fatiga, no tiene que fatigarse para entenderlo del todo.

Siguiendo fuentes tradicionales, el filósofo griego Tales de Mileto sostenía que no había tal cosa como ninguna cosa, de modo que sólo podía uno tener nada si no había nada siquiera para pensar en nada, por lo que entonces, al contextualizar la descripción de la ausencia de algo, en efecto se está describiendo algo. Consecuentemente, para Tales, la Nada sólo puede existir si no hay nadie para pensar en ella.

En la filosofía griega el problema de definir la Nada participó de diferentes criterios, tal como he avanzado anteriormente: como problema de la negación del ser, esto es, lo que hay es el ser y sólo cuando se niega a este “aparece” la Nada, o como problema de la imposibilidad de afirmar la nada.

Aristóteles se opuso al concepto del espacio vacío, afirmando que la naturaleza aborrece el vacío», en tanto en cuanto la negación como la privación se dan dentro de afirmaciones, ya que aun del no ser puede afirmarse que es.

Busto de Aristóteles. (Foto: Wikipedia)

Para otro filósofo clásico, Parménides, sólo el ser es y el no ser no es, mientras que otros se atuvieron a la tesis de que de la Nada no adviene nada, pues afirmar lo contrario equivaldría a destruir la noción de causalidad y que las cosas pudieran surgir del azar.

Dejando atrás a los clásicos, para Kant el concepto supremo de que suele partir una filosofía trascendental es la división entre lo posible y lo imposible, pero toda división supone un concepto dividido y hay que remontarse a éste como un objeto en general, prescindiendo de que se trate de un algo o de una nada.

El sentido ontológico de la privación y de la negación fue el protagonizado por Hegel cuando en el comienzo mismo de la Ciencia de la Lógica manifiesta que el ser y la Nada son igualmente indeterminados. En efecto, el ser, lo inmediatamente determinado es, en realidad, nada” y “la Nada tiene la misma determinación o, mejor dicho, la misma falta de determinación que el ser”.

Friedrich Hegel. (Foto: Wikipedia)

Heiddeger, por su parte, no se pregunta por qué se afirma que hay una nada sino por qué no la hay. La Nada no es la negación de un ente sino aquello que hace posible el no y la negación. La Nada es el elemento dentro del cual flota, braceando por sostenerse, la existencia. Así, para Heidegger, la Nada es lo que hace posible el trascender del ser, lo que implica –no lógica sino ontológicamente– el ser.

Sea como fuere, para poder aproximarse a una posible definición de la Nada, entran en juego otros conceptos, tales como la especulación –entendida como la acción de observar con fundamento-; el infinito, que incluye lo ilimitado y lo indefinido; lo irreal, como algo carente de realidad o, simplemente, que no es real, que consiste en aplicarlo al sujeto no ser, la Nada o el no ser; y la metafísica, que sólo es posible cuando se apoya en una verdad indubitable y absolutamente cierta, por medio de la cual pueden alcanzarse las verdades eternas, como algo trascendente que deriva del yo pensante.

En cualquier caso, la definición de la Nada, si ello es posible, se mueve en terrenos movedizos, y su sentido, o no sentido, necesariamente queda, o puede quedar, vinculado al terreno de lo trascendental, de lo espiritual, de lo religioso o de la especulación.

Queda por explicar cómo fue posible la creación del Universo infinito, en qué momento, de qué manera, bajo qué designio y con qué fin se creó todo lo que nos rodea.

Algo que para científicos de la talla de Avi Loeb, catedrático de Astrofísica en la Universidad de Harvard, debe referirse al nacimiento mismo del universo, el big bang, hace unos 13.800 millones de años. Se han llevado a cabo estudios fascinantes y reveladores que han generado teorías y datos que confirman predicciones acerca de los orígenes del Universo; entre otros, el consenso general de que, tras los primeros cien millones de años, todo estaba cubierto de oscuridad, hasta que nació la primera estrella. Quizás la misma oscuridad que al inicio de todo, si es que la no materia adoptaba ese color.

Avi Loeb lleva a cabo otra asombrosa afirmación que no puede dejar indiferente a nadie: para poder haber visto encenderse las primeras luces del universo, hace aquellos 13.800 millones de años, tendríamos que haber vivido casi ciento ochenta millones de vidas; una idea de lo más absurda, si pensamos que la Tierra sólo tiene unos 4.500 millones de años y únicamente ha albergado vida durante 3.800 de ellos.

Otra de las afirmaciones científicas parte de que el Universo está en continua expansión, de ahí su infinitud. Ahora bien, esa expansión material debe llevarse a cabo sobra la misma Nada. Pero de cómo sea y cuáles sean sus características aún, que se sepa, no existe evidencia alguna, lo que nos deja como al principio.

Lo realmente cierto es que son más las preguntas que las respuestas y éstas continuarán siendo tan personales como plurales, tan raciones o irracionales como queramos intentar dar solución a la cuestión.

Notas

(1) Isaías 44, 6

(2) Marías, Julián. “Mapa del mundo personal”. Alianza Editorial. 2005

(3) Ratzinger Joseph. “Dios y el mundo”. Círculo de Lectores. 2000

Bibliografía

– Loeb, Avi.  Extraterrestres”. Ed. Planeta. 2021

Biblia de nuestro Pueblo. Ed. Mensajero. 2019

– Ferreter Mora, José. Diccionario de Filosofía abreviado. Ed. Edhasa. 2008

– Marías, Julián. Historia de la Filosofía. Alianza Editorial. 2005

– Marías, Julián. Mapa del Mundo Personal. Alianza Ediorial. 2005

– Ratzinger Joseph. Dios y el mundo. Círculo de Lectores. 2000

2 Comentarios
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Anonymous
7 meses atrás

Interesante artículo. Muchas gracias por abrir mentes e indagar más en este tema

Nombre
Noel carrasco
Suscriptor E&J(@dummyuser)
7 meses atrás

ME HA DEJADO IMPRESIONADO QUE UN JUEZ DE LO SOCIAL TENGA ESTAS INQUIETUDES.

Nombre
Adrian Borrego Valverde

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