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El temido regreso de las vacaciones, entre el síndrome y las fobias

El síndrome postvacacional es un problema adaptativo que produce problemas psicológicos y/o físicos

Trabajador en vacaciones (Foto: Freepik)

Pedro Tuset del Pino

Magistrado-Juez de lo Social de Barcelona.




Tiempo de lectura: 5 min



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El temido regreso de las vacaciones, entre el síndrome y las fobias

El síndrome postvacacional es un problema adaptativo que produce problemas psicológicos y/o físicos

Trabajador en vacaciones (Foto: Freepik)



Como suele ocurrir cada año, al finalizar nuestras vacaciones y retomar el pulso habitual de nuestra actividad diaria, nos conduce a lo que en términos psicológicos se denomina Síndrome Postvacacional.

El síndrome postvacacional, la depresión postvacacional, también conocida como estrés postvacacional, es un grupo de síntomas comunes que las personas sufren cuando regresan a su trabajo o a sus obligaciones de estudio después de un período de descanso o vacaciones, caracterizado por un nivel emocional presidido por la apatía o la tristeza asociado a un cansancio generalizado.



No se considera una enfermedad, sino que es un problema adaptativo que se produce al volver a la rutina y a la vida después de las vacaciones, en particular cuando la persona considera su trabajo como algo negativo, que realiza de manera obligada o del que se deriva un sacrificio.

Síndrome postvacacional (Foto: Freepik)



Pero este llamado síndrome no solo se produce por la vuelta al trabajo o a la escuela –en niños y adolescentes-, sino que también implica volver a adaptarse a un ritmo horario más rígido, levantarse temprano, reasumir obligaciones y organizar la forma de vida que se llevaran a cabo durante los siguientes meses. Esto que es un proceso normal de adaptación, en algunos casos puede llegar a ser molesto y puede producir en quien los sufre problemas psicológicos y/o físicos.



Estas molestias y síntomas del síndrome postvacacional pueden consistir en:

  • Bajo estado de ánimo.
  • Pérdida de la motivación. Tener un bajo rendimiento.
  • Desánimo al volver al trabajo y falta de concentración.
  • Cansancio generalizado.
  • Síntomas de ansiedad: palpitaciones, sudoración, aumento de las frecuencias respiratoria y cardíaca, temblores, nerviosismo.
  • Estrés Agudo.
  • Pérdida del apetito o comer compulsivamente.
  • Trastornos del sueño.
  • Dolores musculares.

Par el Dr. Manuel Casinello, las personas que tienen una menor resistencia ante la frustración, trabajadores que disfrutan de periodos vacacionales largos, que trabajan en entornos poco agradables, no les gusta su trabajo o se consideran poco valorados en sus puestos, son más propensos a sufrir síndrome o depresión postvacacional.

Síndrome postvacacional (Foto: Freepik)

Para evitarlo o, al menos, minimizarlo, según los expertos, se pueden establecer algunas técnicas o estrategias para hacer que nuestra vuelta a la rutina y a nuestras obligaciones sea lo mejor posible e incluso agradable. Entre estas estrategias podemos mencionar:

  1. Tratar de regresar de viaje unos días antes de comenzar el trabajo, para empezar de a poco a asumir las rutinas y regresar de manera relajada. No es conveniente retornar la noche anterior a volver a trabajar.
  2. Comenzar a ir regulando los horarios – despertarse, comer, acostarse- unos días previos.
  3. Comenzar asumiendo las obligaciones de manera gradual, empezando por lo que nos resulta más agradable o fácil. Por ejemplo, en el primer día de trabajo, no llenarse de tareas, sino que se debe comenzar con una intensidad que vaya de menor a mayor y con las tareas más gratas. Si es posible, al llegar al trabajo, no empezar la actividad desde el primer minuto, sino que es importante el poder permitirse un tiempo para compartir las experiencias vacacionales con los compañeros y así propiciar un buen ambiente de inicio laboral.
  4. Si eres el jefe, no llegar presionando y llenando de tareas al equipo, mantén una reunión distendida donde se pueda hablar de las vacaciones, de cómo se lo pasaron y luego hablar de los objetivos y de cómo se va a organizar el trabajo de manera escalonada. Debes evitar tu síndrome postvacacional y no provocarlo en tu equipo. Si cuidas a tu equipo, te cuidas a ti.
  5. Planificar actividades gratas y agradables e intercalarlas con las obligaciones a hacer. Si es posible se debe desarrollar alguna actividad de ocio que sea compatible con el trabajo para que no sea tan brusco el cambio.
  6. Coger lo más rápido posible una rutina del sueño.
  7. Tratar de mantener horarios regulares, tanto durante el día como en las horas de acostarse y levantarse.
  8. Realizar actividades saludables, incorporar el ejercicio físico a la vida diaria si es posible y tratar de llevar una buena alimentación.
  9. Nunca, y menos al inicio de la vuelta laboral, llevarse trabajo a casa.
  10. Mantener una actitud realista, positiva y proactiva. Si pensamos el fin de las vacaciones de manera positiva, resultará más sencillo el regreso. Si no podemos hacerlo, es porque no tenemos en nuestra vida diaria actividades placenteras y que nos llenen, si es así, entonces debemos pensar las cosas que tenemos que cambiar para estar mejor y mirar la rutina desde otra perspectiva.
  11. No hay que ponerse a contar cuantos días faltan para las siguientes vacaciones, sino que tenemos que ser consciente que, en el resto del año, tenemos que hacer actividades placenteras, no sólo en los viajes.
  12. Mantener durante el año actividades que sí nos permitimos hacer más frecuentemente en vacaciones: salir más, comer fuera, visitar amigos, desayunar de manera más relajada, aunque sea los fines de semana, pasear más, etc.

Como siempre sucede, estas recomendaciones deberán adaptarse a las circunstancias personales y concretas de cada sujeto, pero pueden servir como criterio orientador para una mejor y más rápida adaptación de nuestra rutina profesional y laboral.

Síndrome postvacacional (Foto: Freepik)

Ahora bien, asociado al síndrome postvacacional se puede dar cita la aparición o continuidad de determinadas fobias que habían quedado aparcadas durante el período estival.

Para Kate Summerscale, en su obra Atlas de las fobias y las manías, a todos nos condicionan nuestros miedos y deseos y, en ocasiones, incluso llegan a controlarnos por completo. Fue Benjamin Rush quien el lejano 1876 puso nombre a estas obsesiones, marcadas por una determinada y concreta fobia (derivado del término latino Fobos, el dios griego del pánico y del terror). Las fobias incluían el temor irracional a los lugares público a los espacios cerrados, a ruborizarse y a ser enterrado vivo (agorafobia, claustrofobia, eritrofobia y tafofobia), y entre las manías incluían la compulsión a bailar, de deambular de un lugar a otro, de contar y de arrancarse el cabello (coreomanía, dromomanía, aritmomanía y tricolomanía).

Un estudio realizado en 2018 por The Lancet Psychiatry, que sintetiza los resultados de veinticinco encuestas realizadas entre 1984 y 2014, apuntaba a que el 7,2% de nosotros podemos llegar a experimentar una fobia específica en algún momento de nuestra vida, mientras que un sondeo realizado por la OMS en 2017, recogiendo datos de veintidós países, llega a conclusiones muy similares.

Es probable que la vuelta al trabajo, tras disfrutar de varios días de descanso, en que desconectamos de nuestros problemas y de nuestras obligaciones, conduzca a determinadas fobias según la clase de actividad a desarrollar como, por ejemplo:

  • La ergofobia o miedo al trabajo.
  • La fobia social, también conocida como trastorno de ansiedad social, consistente en el miedo a ser escudriñado o juzgado por los otros.
  • La glosofobia o miedo de hablar en público, que puede desembocar el terror paralizante propio del pánico escénico.
  • La grafomonía o deseo insaciable de escribir todo el tiempo, fobia que cuando alcanza un nivel clínico suele llamarse hipergrafía.
  • La nomofobia, abreviatura de no-mobile-phone-phobia o fobia a no tener teléfono móvil.
  • La telefonofobia o terror angustioso cada vez que se oye sonar un teléfono, tomándose al teléfono como un artefacto siniestro e intrusivo.
  • La monofobia, o miedo a estar solo.
  • Finalmente, la sedatofobia o miedo al silencio, propio de lugares, ambientes o actividades muy ruidosas que condicionan al sujeto de modo que no se habitúa a un torno silencioso ajeno al ajetreo, al tráfico, el sonar de los teléfonos, la música digitalizada o el rumor de fondo.

Sea como fuera, hemos de afrontar nuestra vuelta al trabajo con entera normalidad, satisfechos de lo vivido y con el ánimo puesto en vencer los retos y obstáculos que se nos presenten.

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