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Una carta a los Reyes Magos

"Queridos Reyes Magos, ¿podríais impregnar de cordura a los políticos?"

Los tres Reyes Magos se dirigen a Oriente (Imagen: E&J)

Iluminado Prieto Curto

Letrado experto en Derechos Humanos.




Tiempo de lectura: 6 min



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Una carta a los Reyes Magos

"Queridos Reyes Magos, ¿podríais impregnar de cordura a los políticos?"

Los tres Reyes Magos se dirigen a Oriente (Imagen: E&J)



Si la memoria no me falla, la Carta, con destino a Oriente en su sobre coloreado, empezaba ya impresa, “Queridos Reyes Magos:” y, a partir de ahí, a escribir sobre el buen comportamiento desde la Carta anterior y los regalos deseados. Y el día 5, por la tarde a ver la cabalgata, coger caramelos, y de vuelta a casa, limpiar los zapatos y pronto, nervioso, a la cama. Nunca dejaron la “pala excavadora de Santi Rico”.

Desde aquel día, cuando tres hombres, de orígenes distintos siguiendo una estrella se unieron en el camino a Belén, ha pasado ya mucho tiempo. Antes de llegar, si bien magos, pero ignorantes ellos, preguntaron a un tal Herodes, rey, “¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”. Aquel consultó a sus “asesores”, quienes le dijeron que en Belén; y a Belén pastores, a Belén chiquillos, allá fueron enviados los tres pardillos.



Consecuencias, oro, incienso y mirra en la tierra, una estrella en el cielo; para salvar la vida, José y María, con el Niño huyendo a Egipto, la Sagrada Familia; otros no tuvieron esa suerte, y ya sabemos que pasó con “los inocentes”. El Niño creció, y salió listo, pues supo convertir agua en vino, y con unos panes y unos peces, hasta el hartazgo dio de comer a una multitud. Además era capaz, sin hundirse, de andar sobre el agua.

Nos vamos haciendo hombres y el colegio sigue ahí

De María sabemos algunas cosas, no así de José, el carpintero. De este último, conocemos poco; sin embargo, en Salamanca, muchos lo recordamos gracias a un venerable jesuita llamado «el padre Basabe». Fue allí donde obró un milagro conocido como «El milagro de San José»: la construcción de un colegio, el San Estanislao de Kostka, peseta a peseta, «ladrillo a ladrillo». Fue en este lugar donde muchos de nosotros, también por un milagro, aprendimos nuestras primeras letras.



Y la vida continuó. Nos vamos haciendo hombres y el colegio sigue ahí. Como ahí sigue la obra soñada por Gaudí sin terminar: ‘La Sagrada Familia’. Sin terminar, sueño de tantos, las familias.



Nunca llegó la «pala excavadora de Santi Rico». Aquellos magos, como tantas familias, resultaron de mentirijilla, y además el número no cuadra: si los padres son dos, ¿por qué son tres los Reyes? Ningún estudioso, ningún profesor, ningún catedrático de Derecho Constitucional, ningún político ha sabido contestar. No tienen sueños. Son, diría Saint-Exupéry, personas grandes: confunden un sombrero con el dibujo de una boa digiriendo un elefante.

Kavafis nos dejó escrito: “Cuando la travesía emprendas hacia Ítaca, pide que sea largo tu camino, lleno de aventuras, pleno de saberes. […] Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó. Con la sabiduría que has alcanzado, con tu experiencia, ya habrás comprendido qué significan las Ítacas” (traducción de Vicente Fernández González, Nórdicalibros). Las Ítacas y los Reyes Magos, aún así.

Queridos Reyes Magos:

Este año 2023, quizá, por no haber podido serlo, no he sido malo. Ya he limpiado hasta dejarlos brillantes tres pares de zapatos, cada par de su color y cada par con un cartelito. En cada uno de ellos uno de vuestros nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar. Y para ayudaros, por si esa noche la poca luz de nuestro salón no os permite ver mi nombre en los regalos, junto a los zapatos, además de unas copitas y dulces, os dejaré una linterna.

Melchor, no se lo digas a tus compañeros por si se enfadan. Ha de ser un secreto entre los dos. Mi corazón es republicano, pero como vosotros venís de muy lejos y marcháis enseguida, no os debe importar. Aquí, en España, hay una ley que no es una ley, es más que una ley, se llama Constitución. Muchos, dado el cariz de los acontecimientos políticos de los últimos años, por lo bajo, hablan de Prostitución. Y creo que algo de razón tienen.

Resulta que la forma política del Estado español (de España: suelo y quienes vivimos sobre él) es la monarquía parlamentaria, y tenemos una reina republicana. Cosa apenas sin importancia, pues comparada con eso de «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado», es una nimiedad. Como también lo es el hecho de que «la capital del Estado es la villa de Madrid», cuando quien manda hoy en España está lejos, en Waterloo, haciendo completamente nula la afirmación de que «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político», y luchando a brazo partido porque «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

¿Te das cuenta, verdad? Justicia, igualdad y sectarismo político; la solidaridad, o el gran negocio de la democracia, ¡la cantidad de dinero que se nos va! Melchor, te pido la «pala excavadora de Santi Rico». Es pequeña para usarla en retirar los escombros de esta ruina que es España, pero hoy por hoy, yo soy pequeño y sólo puedo aportar o retirar granitos de arena. No te confundas, déjamela con los zapatos negros.

Una historia en Waterloo

Gaspar, si al Niño les ofrecisteis oro, incienso y mirra, y seguimos el orden tradicional, tu presente, sin duda, fue el incienso. Se quema en las ceremonias religiosas, dice el Diccionario de la Lengua Española. Algo de eso utilizaba Teresa de Jesús, y levitaba, dicen. Algo de eso debe estar expandido, como lo del CO2, en los cielos de España, y al respirarlo nos afecta al cerebro, en la parte de la lectura y, a unos, la plebe y, a otros, los manda manda de aquí y de allí, nos impide comprender eso de “los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”.

Por lo visto, los manda manda, andan zascandileando con una historia con el vecino de Waterloo y sus amigos. Así pues, como para entender que “La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos».

Pajaritos preñaos, de verdad, Baltasar, pajaritos preñaos. En los zapatos marrones, los que tienen tu nombre, te pido me dejes, no una caja, como si fuera una cajetilla de tabaco, sino como en el tabaco, un cartón de Lexatin. No voy a trapichear con las pastillas, no. Es para de vez en cuando hacerme una tortilla francesa con Lexatin. Pues como creo dijo Shakespeare: “… y he de ser cruel sólo para ser piadoso. Por eso el principio es malo, y lo peor queda por venir”, a derechas, a izquierdas, lo peor queda por venir.

Baltasar, tú y yo tenemos algo en común, tú eres negro y yo soy “prieto”. En la cuarta acepción del Diccionario de la Lengua Española se recoge: “Adj. Dicho de un color: Muy oscuro que casi no se distingue del negro”. Nos separa el que tú seas Rey y Mago, y yo un mindundi, pero como bien dice el mexicano Vicente Fernández, charro como yo, en su conocida ranchera, pelillos a la mar.

Señor, dame paciencia

Pues “con dinero y sin dinero [sin dinero], yo hago siempre lo que quiero [bueno, no tanto], y mi palabra es la ley [esto siempre, mi palabra es ley, pues gracias a mi padre, vale más que una escritura notarial]. No tengo trono ni reina [tengo esposa], ni nadie que me comprenda [alguien hay], pero sigo siendo el rey.”. Baltasar, ¿por qué me habrá venido a la mente esto del negro? … Ya caigo, es por cómo visten esas señoras y esos señores, esos quienes cuando les interesa son funcionarios, y cuando quieren poder público. (En voz alta y engolada): “La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley.”

Ya, ya, como esto no se remedie, al imperio del interés político, económico, y al del manda manda de Waterloo también. Pues haber, ¿de quién depende el Legislativo? Del Gobierno, ¿no? Pues ya está. Que hay que cambiar la historia de España, se cambia; que hay que cambiar esta o aquella otra ley, se cambia, para algo está eso del Decreto Ley. Y los de las puñetas, a callar, que para algo está el Tribunal Constitucional (algunos, por lo bajini, también lo llaman el Tribunal Prostitucional, y es normal, pues cuantas – con perdón – putaditas con eso de la especial transcendencia constitucional).

En los zapatos verdes, ni en los rojos ni en los azules, no me seas daltónico, en los verdes, te pido me dejes una caja grande, muy grande, de esos dulces pequeñitos llamados “paciencias”. A ver si tomando alguna cada mañana consigo la que Dios, a pesar de la conocida oración – “Señor, dame conocimiento para discernir aquello que se puede cambiar, paciencia para soportar lo imposible de cambiar, valor para intentar cambiar aquello que pueda cambiar” – no me da en cantidad necesaria y suficiente para vivir en paz.

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar; sed magos de verdad, os lo pido a los tres a la vez, pues comprendo la dificultad. ¿Podríais impregnar de cordura a nuestros políticos?, ¿podríais impregnar de sensatez a los tertulianos?, ¿y de un poco de sentido común a todos los demás? «Todos» es una palabra absoluta, quizás inadecuada, como eso de la unidad. ¿Y de un poco de sentido común a la mayoría?

España no se merece un Gobierno que le mienta; las Comunidades Autónomas no se merecen Gobiernos que les mientan. España se merece una clase política capaz de entender, más allá de la maquiavélica necesidad hecha virtud, más vieja que el hilo negro, la actividad política como instrumento de concordia; se pudo; se puede; España lo primero, la ambición del poder después. Y los españoles, en general, podemos habernos equivocado al votar, pero este año, una gran mayoría, no nos hemos portado mal. Siempre vuestro.

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4 meses atrás

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4 meses atrás

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