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La guerra de Ucrania, y cómo Juan Linz tenía razón

"El talón de Aquiles de Europa, y causa de tantas matanzas, son los nacionalismos"

Juan José Linz (Foto: Google)

Roberto Muñoz Fernández

Letrado en Javier Pulido abogados




Tiempo de lectura: 4 min



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La guerra de Ucrania, y cómo Juan Linz tenía razón

"El talón de Aquiles de Europa, y causa de tantas matanzas, son los nacionalismos"

Juan José Linz (Foto: Google)



Finalmente, la eterna espera ha culminado y la guerra ha estallado al este de Ucrania. Aunque se trate de un extraño conflicto, propio quizás de lo que veremos en este siglo: campos de batalla aislados y muy concretos, pero con medidas coactivas más orientadas hacia lo económico. A fin de cuentas, una guerra siempre es sinónimo de destrucción y como bien indicó John Adams “Hay dos formas de conquistar y esclavizar a una nación, una es con la espada, la otra es con la deuda”.

La UE y la OTAN han dejado claro que no van a entrar en una escalada bélica por Ucrania. Aún así, anuncian una batería de sanciones importantes -aunque no tan duras como esperábamos- que auguran que el sector financiero (SWIFT) permanecerá incólume, al menos de momento; y que los principales damnificados de este conflicto, obviando a los propios ucranianos, serán los consumidores: el campo de batalla será la economía de cada casa y empresa. Por muy compungidos que afirmen estar nuestros gobernantes, siempre es más fácil tomar duras decisiones cuando sabes que las sufrirá otro. Y al menos de momento no temen por su cargo.



Todo apunta a que el Gobierno de Kíev tiene los días contados; más le vale asumir que la ayuda militar europea y de la OTAN no llegará y que se hace preciso saber qué pasará en la nueva Ucrania. Es difícil de momento aventurar cuál será la opción elegida por Putin, si favorecer un gobierno pro-ruso en Kíev: anexionarse las dos repúblicas díscolas del Donbás o todo el territorio ucraniano al este del Dniéper, dejando el margen occidental ucraniano con vía libre para girarse a Occidente. El tiempo lo dirá.

Grupo de manifestantes en Suiza (Foto: Google)



La otra gran incógnita, y verdadero talón de Aquiles ruso es qué pasará con Gazprom. Resulta cuando menos llamativo que Putin lanzara la invasión a las puertas de marzo y por ende de la primavera; quizá su posición es ahora mas débil que en diciembre y las amenazas alemanas sobre Nord Stream 2 terminen costándole caro su aventura ucraniana.



El campo de batalla será la economía de cada casa y empresa

Por lo que respecta a Europa y la OTAN, y por ende a nosotros, aventuras de este tipo deberían recordar que las blancas también juegan: por mucho que ahora se niegue que en los noventa nunca se llegó a prometer la no expansión de la OTAN -lo cual contradice la apabullante documentación existente- la situación actual demuestra que de aquellos polvos estos lodos; nos jactamos de haber ganado la guerra fría pero dejamos a Rusia al margen del mundo occidental como perenne enemigo; al mismo tiempo utilizamos los nacionalismos para desmembrar Yugoslavia y favorecer la desintegración de la antigua Unión Soviética. Pero esa misma fuerza puede volverse contra nosotros, siendo usada por nuestros adversarios para justificar sus propias guerras: conviene no olvidar, tras sucesos como el Brexit, que el talón de Aquiles de Europa, y causa de tantas matanzas, son los nacionalismos. Y dicha estratega no es unidireccional: nuestros adversarios también la saben utilizar cuando les conviene.

Y ya, llegados a este punto, es cuando conviene recordar las antiguas tesis de Juan Linz sobre los sistemas autoritarios y totalitarios -que muchos repudiaron por entender que simplemente era una distinción entre dictaduras de izquierdas y de derechas-

El talón de Aquiles de Europa, y causa de tantas matanzas, son los nacionalismos

Decía Linz que las dictaduras había que dividirlas entra autoritarias y totalitarias: las primeras se basaban en un grupo fuerte que imponía su voluntad al resto, pero permaneciendo el grupo oprimido más o menos impermeable. Las totalitarias, por el contrario, trataban de remodelar completamente todo el grupo, para así crear un individuo “nuevo” y acorde al sistema. Sostenía Linz que en las primeras eran perfectamente posibles en democracia, al entender que con la caída del grupo dominante y el establecimiento de las nuevas relaciones democráticas a la larga la democracia devendría estable; mientras que los antiguos sistemas totalitarios esta transición se tornaba imposible, ya que los individuos estarían tan emparejados con la antigua doctrina que resultaría harto difícil que entendieran el juego democrático.

Tropas rusas en la toma de Kiev (Foto: Google)

Es cierto que esta tesis precisa matices. Pero también lo es que si la conjugamos con el proceder ruso y los problemas que está causando Polonia y Hungría por su autoritarismo en el seno de la UE, es perceptible que no iba tan desencaminado Linz. Y puede ilustrarnos con que, el intento desesperado de expandir la UE, sin haber asegurado un determinado pedigrí democrático, puede acarrear consecuencias trágicas. La contemporización no es buena aliada; una Unión Europea contaminada por gobiernos autoritarios, con nacionalismos descontrolados a la que se la va a unir ahora una brutal guerra económica, quizá sea la que más pierda en este conflicto.

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