El brunch de alta cocina en el Intercontinental: un viaje gastronómico inigualable
Una experiencia sensorial completa, donde la alta cocina, el ambiente exclusivo y el servicio impecable se fusionan para ofrecer un deleite único en Madrid

(Imagen: Intercontinental)
El brunch de alta cocina en el Intercontinental: un viaje gastronómico inigualable
Una experiencia sensorial completa, donde la alta cocina, el ambiente exclusivo y el servicio impecable se fusionan para ofrecer un deleite único en Madrid

(Imagen: Intercontinental)
En el corazón del Paseo de la Castellana se alza uno de los hoteles más emblemáticos de Madrid: el InterContinental. Este cinco estrellas, símbolo de la elegancia clásica y de la alta hospitalidad, acoge cada domingo uno de los brunch más codiciados de la ciudad. Con una propuesta gastronómica de primer nivel, cuidada en cada detalle y enriquecida con música en directo, este hotel convierte el acto de almorzar en una auténtica experiencia para los sentidos, difícil de igualar en la capital.
El brunch como arte: tradición, excelencia y cercanía en el InterContinental
El concepto de brunch —una combinación relajada entre breakfast y lunch, desayuno y almuerzo en inglés— ha ganado una enorme popularidad en Madrid en los últimos años, impulsado por el gusto por las experiencias gastronómicas desenfadadas y de alta calidad. Sin embargo, el brunch del Hotel InterContinental, albergado desde 2006, fue uno de los pioneros en la ciudad en elevar esta fórmula a un nivel de excelencia. Aquí no se trata simplemente de reunir platos variados bajo una etiqueta de moda, sino de construir una experiencia completa en torno a la gastronomía, el ambiente y el servicio por 94 € por persona con un 50 % de descuento para los niños de 4 a 12 años.

Alberto Sanz Blanco (Imagen: Intercontinental)
Su propuesta, que da mayor importancia a la parte de almuerzo —con carnes, pescados y platos de fondo de altísimo nivel—, marca una clara diferencia frente a otros brunch de Madrid más centrados en bollería o desayuno tardío. A pesar de este despliegue de sofisticación, como nos comentó uno de los chefs, el objetivo es mantener una vocación de cercanía que se respira desde el primer momento. La amabilidad y profesionalidad del equipo de sala merecen una mención aparte: atentos, cercanos y siempre dispuestos a explicar cada preparación, su labor contribuye decisivamente a que la experiencia se viva de forma distendida y placentera, alejándose de la rigidez que a veces acompaña a este tipo de bufets de lujo.
Un recorrido gastronómico de altura: sabores, técnica y producto en cada estación
La oferta, diseñada por Miguel de la Fuente, se articula en distintos espacios, donde es fácil encontrar pequeños grandes tesoros gastronómicos. El recorrido está diseñado para que el comensal descubra, a su ritmo, una variedad casi abrumadora de sabores y texturas, sin perder nunca el hilo conductor de la calidad. Cada estación —desde los entrantes hasta los postres— está cuidada con mimo con el objetivo de ofrecer además de cantidad, creatividad, técnica y producto.

(Imagen: Intercontinental)
Los entrantes, servidos en formato cóctel para facilitar la degustación sin excesos, son una excelente carta de presentación. Entre las opciones más destacadas se encuentran las alcachofas confitadas, de sabor puro y textura delicada; el foie, trabajado con respeto al producto y un sorprendente puré de boniato con remolacha que aporta un contraste sutil y muy bien equilibrado. Para los amantes del queso, la oferta es especialmente generosa, con un claro predominio de curados nacionales e internacionales de altísima calidad, perfectos para acompañar con embutidos selectos, ensaladas variadas o gildas tradicionales. Como único aspecto mejorable, podría señalarse la falta de carteles en algunos productos, lo que obliga a preguntar si se desea conocer los detalles. No obstante, la inmediata atención del personal, siempre dispuesto a explicar cada preparación con amabilidad y precisión, convierte este pequeño inconveniente en una anécdota menor.
Los aficionados a la carne encuentran en este lugar un paraíso particular. El cochinillo al estilo segoviano, con su piel crujiente y su carne melosa, se presenta acompañado de una salsa equilibrada y patatas asadas que realzan su sabor. Mención aparte merece la paella, cuya ejecución sorprendería incluso en un restaurante valenciano especializado. Con un arroz en su punto exacto de cocción, suelto y sabroso y un fondo potente y bien equilibrado esta propuesta demuestra que el InterContinental no escatima esfuerzos en ningún detalle. Un plato que, por sí solo, justificaría la visita.

(Imagen: Intercontinental)
En el apartado marino, el despliegue es igualmente impresionante. Bogavantes frescos, sushi preparado en vivo frente al comensal, ceviches que combinan acidez y frescura y pescados como lenguado y merluza cocinados a la brasa completan una oferta difícil de igualar. Aquí, en cambio, compite de igual a igual con las carnes, logrando que tanto los amantes de la tierra como los del mar encuentren platos memorables. Entre las opciones de acompañamiento, destacan las gambas salteadas, las milhojas de verduras con queso de cabra y una sabrosa pasta oriental que aporta un toque de exotismo y ligereza al recorrido gastronómico.
Lejos de ser un cierre rutinario, los postres tienen un protagonismo propio que no es habitual en propuestas de este tipo. Presentados en formato miniatura, permiten al comensal probar varias elaboraciones sin caer en la pesadez, invitando a terminar la experiencia gastronómica con la misma calidad con la que se empezó. Entre las opciones destacan las tartas de manzana, jugosas y equilibradas en su dulzor; las natillas, de textura cremosa y sabor auténtico; las pannacottas, ligeras y aromáticas; y los volovanes de fruta, que aportan un cierre fresco y divertido. La fuente de chocolate, por su parte, se convierte en un auténtico espectáculo para grandes y pequeños, sumando un toque lúdico y visual que pocos pueden resistir.
Una experiencia completa: Coctelería, bebidas y entorno único

(Imagen: Intercontinental)
La selección de bebidas mantiene el mismo nivel de exigencia que su propuesta gastronómica. Vinos blancos y tintos seleccionados, champán, refrescos y cócteles de autor forman parte de la oferta incluida, permitiendo acompañar cada fase de la comida con un maridaje adecuado. Pero la experiencia no se detiene ahí. Para los mayores de 18 años, el hotel organiza una masterclass de coctelería en colaboración con algunas de las principales marcas de destilados premium, donde los asistentes, gracias a los consejos de José Luis, pueden descubrir técnicas, secretos y combinaciones para elaborar cócteles a la altura de los mejores bares de la ciudad. Una actividad que añade un valor extra y convierte la sobremesa en un momento aún más especial. Pensando también en los más pequeños, el InterContinental ofrece una clase de repostería dirigida por su maestro repostero, en la que los niños aprenden a preparar pastas y dulces de manera divertida y educativa. Una atención al detalle que reafirma la voluntad del hotel de hacer del brunch una experiencia completa para todos los públicos.
El entorno en el que se desarrolla es, sencillamente, excepcional. Bajo la majestuosa cúpula acristalada del hall del hotel, bañada por la luz natural que inunda el espacio, el comensal se sumerge en un ambiente elegante, amplio y acogedor. Las grandes cristaleras que rodean las mesas refuerzan esta sensación de luminosidad y apertura, mientras que la música en directo —violín, guitarra o piano, según la jornada— añade un acompañamiento sonoro perfecto, discreto pero presente, que eleva la experiencia sin invadirla. Todo está pensado para favorecer un ritmo pausado y placentero, ideal tanto para un encuentro familiar como para una celebración especial. Y cuando la temporada lo permite, la opción de trasladar el brunch a la terraza del restaurante El Jardín suma un atractivo adicional para quienes prefieren disfrutar al aire libre. Como nos confesó Marcos Quiñones, uno de los cocineros, su principal objetivo es que los clientes se marchen más contentos de lo que llegaron. Y, créanme, lo cumplen con creces.
