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Estilo de Vida

Enkai, un buffet japonés que combina tradición, fusión y un ambiente envolvente

La propuesta destaca por su variedad, equilibrio y creatividad, ofreciendo una experiencia sensorial cuidada en pleno corazón de Madrid

Maki volcano (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Alberto Sanz Blanco

Periodista, analista y crítico cultural




Tiempo de lectura: 7 min

Publicado




Estilo de Vida

Enkai, un buffet japonés que combina tradición, fusión y un ambiente envolvente

La propuesta destaca por su variedad, equilibrio y creatividad, ofreciendo una experiencia sensorial cuidada en pleno corazón de Madrid

Maki volcano (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

En la calle Mayor, a escasos pasos de la Plaza Mayor, Enkai se presenta como un sofisticado buffet japonés a la carta tanto para turistas como para locales en busca de una experiencia diferente sin salir del centro. Bajo un concepto inspirado en la filosofía japonesa de los cinco elementos, el restaurante propone una fórmula “All You Can Eat” alejada del modelo tradicional de autoservicio y apuesta por una experiencia más perfilada: pedidos por rondas, una carta con guiños a la cocina fusión y un espacio de estética envolvente que invita a prolongar la sobremesa.

Antes de adentrarse en lo puramente gastronómico, merece la pena detenerse en el espacio, porque ahí comienza a revelarse la personalidad de Enkai. El restaurante se inspira en la filosofía budista del godai —los “cinco grandes elementos”: tierra, agua, fuego, aire y vacío— y traslada ese principio al interiorismo con una coherencia sorprendente. Distribuido en dos plantas, la inferior evoca el agua mediante texturas onduladas, tonos fríos y una atmósfera serena; en la superior, una gran barra central permite observar las elaboraciones en directo, rodeada de distintos ambientes que reinterpretan los elementos restantes. De todos ellos, el dedicado al fuego resulta especialmente llamativo: una estética volcánica recrea el interior de una caldera de magma, con muros de piedra oscura, rojos intensos y un juego de contrastes donde destacan el dorado de los platos y las lámparas suspendidas. Una escenografía inmersiva que refuerza el carácter singular del restaurante.



Takoyaki (Imagen: Alberto Sanz Blanco)



Cinco elementos y un espíritu de convivencia, una experiencia gastronómica sensorial completa

Ese mismo hilo conductor —los cinco elementos del godai— encuentra también su eco en la propuesta culinaria de Enkai, que busca algo más que alimentar: quiere construir una experiencia sensorial completa. El agua se expresa a través de la fluidez y la sutileza de los sabores, presentes en elaboraciones delicadas que invitan a una degustación pausada e íntima. La tierra aporta la base: firmeza, técnica y respeto por la tradición japonesa, visible tanto en la selección del producto como en los cortes y marinados. El fuego enciende el ritmo del servicio y añade una nota de intensidad en platos más especiados, glaseados o calientes, donde se impone la energía. El aire aporta ligereza y equilibrio, generando una sensación de armonía entre las distintas partes del menú. Y finalmente, el vacío —el más intangible de todos— representa ese espacio para la sorpresa, la creatividad y la reinterpretación, que dota de personalidad a una cocina pensada para descubrirse plato a plato, sin prisas y con curiosidad.

Guobao de pato (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

El propio nombre del restaurante funciona como una declaración de intenciones. En la cultura japonesa, un enkai es algo más que un banquete: es una celebración social donde la comida, la bebida y la conversación se convierten en herramientas para fortalecer vínculos, especialmente en el ámbito laboral. El restaurante recoge ese espíritu de camaradería, potenciándolo con una atención de sala que juega un papel esencial en la experiencia. Nombres como Jordan o Ari elevan el servicio más allá de lo funcional, con una disposición constante, recomendaciones acertadas y una agilidad admirable tanto en el ritmo del pase como en la gestión de las rondas, permitiendo disfrutar del formato buffet sin sentir interrupciones ni esperas innecesarias. Aquí, el trato no es un añadido: forma parte del menú. Para acompañar ese recorrido con fluidez, el restaurante establece unas normas claras: máximo de cuatro platos por persona y ronda (con repeticiones ilimitadas) y una penalización de tres euros por cada plato no terminado. Un marco sencillo, diseñado para respetar el ritmo del servicio y fomentar una experiencia consciente.

Entrantes variados y sabrosos: tradición, fusión y opciones para todos los gustos

Dimsum secreto ibérico (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

El apartado de entrantes —con más de veinte opciones— funciona como una antesala variada y sugerente, donde conviven clásicos asiáticos, guiños de fusión y un abanico generoso de propuestas para todos los perfiles, también para quienes siguen una dieta vegetariana. Más allá del socorrido aguacate, la carta incluye alga wakame, edamame, tempuras de verduras y varias elaboraciones sin carne con identidad propia.

Comenzamos por El Korean karaage, elaborado con pollo frito, pasta de arroz y un ketchup casero, resulta jugoso y crujiente, aunque se echa en falta un punto más de picante o mayor complejidad especiada. Más sutil es el langostino en tempura, de rebozado correcto pero sin alardes. Mucho más redondo resulta el takoyaki, buñuelo de pulpo y verdura con textura suave y sabor amable. En la línea de bocados al vapor, destaca el dimsum de secreto ibérico, por su jugosidad y una salsa intensa, de fondo profundo y persistente.

Mención especial merece el guobao de pollo o pato asado, una de las piezas más logradas del pase inicial: pan esponjoso, carne melosa —a pesar del riesgo de resecarse— y un conjunto de salsas muy bien calibradas, que armonizan frescor, grasa y umami con notable precisión. Tanto estos platos como otros del menú cuidan especialmente la presentación en mesa, con bandejas calientes, vajilla dorada y emplatados vistosos bajo una iluminación estudiada, ya mencionada, que potencia el color, la textura y la experiencia sensorial.

Caviar roll (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Sushi, nigiris y sashimis: variedad y calidad en cada bocado

Como no podría ser de otro modo, el sushi ocupa el lugar central y más abundante de la carta, con una oferta que supera la veintena de opciones. La proporción entre producto y arroz está perfectamente calculada para que cada pieza se disfrute de un solo bocado, sin resultar pesada ni abrumadora, algo fundamental para preservar la frescura y la delicadeza de los ingredientes.

Entre las piezas destacadas, el Maki Volcano —tempurizado y acompañado de una salsa spicy mayo intensa y sabrosa— se posiciona como uno de los preferidos, gracias a una tempura, aquí sí perfectamente crujiente, que aporta textura sin restar protagonismo al sabor. Otro acierto es el Caviar Roll, con aguacate, salmón y tobikko; su original presentación, con el alga por fuera y el arroz en el interior, ofrece una sensación fresca en boca, donde el caviar estalla con fuerza.

Nigiri pez mantequilla con trufa y nigiri dorada (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Para los indecisos, el Rainbow Roll se presenta como una opción segura: colorido, fresco y con una combinación equilibrada de sabores. A esta propuesta se suman clásicos con protagonismo de aguacate y atún, que completan un recorrido variado dentro de la cocina japonesa más reconocible.

El desfile de nigiris mantiene la misma línea de cantidad y calidad. El de atún destaca por su acompañamiento con una salsa picante que realza la intensidad natural del pescado sin dominarlo. El de pez mantequilla, presentado con un toque de trufa, ofrece una experiencia más sutil; sin embargo, para algunos paladares resulta demasiado neutro, quedando en un segundo plano frente a sabores más contundentes. Por último, el de dorada sorprende gratamente gracias a una salsa verde vibrante y llena de carácter, que aporta profundidad y complejidad a la pieza.

El apartado de sashimis presenta elaboraciones como el sashimi de atún y el carpaccio de salmón con salsa ponzu, ambos de sabor marcado y corte preciso, capaces de realzar textura y frescura. La carta incluye también tartares de aguacate, salmón y atún rojo, con un perfil más cremoso y ligero. Si optamos por una elección contundente, destaca el Salmon Rice, una mezcla de salmón, tobikko, salsa de anguila y mayonesa que combina dulzor, grasa y umami sin resultar empalagosa. La sección de pescados se completa con propuestas como la merluza en tempura con crema de espárrago o el gambón y la sepia al teppanyaki con salsa verde, frescas, bien resueltas y llenas de sabor.

Sashimi atún (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

Por 8 € adicionales, Enkai permite redondear la experiencia con bebida y postre. Entre las opciones dulces destacan el coulant de chocolate, la cheesecake, el huevo de chocolate con mango o el tradicional daifuku. La carta líquida ofrece una inteligente selección de vinos blancos, tintos y rosados —con etiquetas como Finca Resalso, Ramón Bilbao, José Pariente o Terra Gauda—, además de cervezas asiáticas, sake, sangrías y una atractiva propuesta de cócteles de autor. Una forma de cerrar el recorrido con la personalidad con la que comienza.

Enkai logra reinventar el concepto de buffet desde una mirada contemporánea, cuidada y ambiciosa. Lo que podría ser una simple fórmula de “todo lo que puedas comer” se transforma en una experiencia bien construida, con atención al detalle, estética envolvente y un equipo de sala que entiende el ritmo del comensal. A través de una carta variada, que convive tradición, fusión y algún guiño creativo, el restaurante propone un recorrido coherente y generoso, pensado tanto para quienes buscan iniciarse como para quienes valoran una ejecución afinada.

Ternera Kongbao con salsa picante y verduras (Imagen: Alberto Sanz Blanco)

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